Hola, viejo amigo. Puede que te sorprenda que te escriba así, ya que tú y yo nos separamos poco y eres una parte de mí desde hace siglos.
Sin embargo, no estoy segura de la primera vez que te conocí. No puedo decir cómo, cuándo y por qué entraste en mi vida.
Todo lo que sé es que no hay ni una sola cita en mi memoria en la que tú no seas la tercera rueda.
No recuerdo ninguna de mis relaciones sentimentales de las que no hayas formado parte, incluidas las de mi adolescencia.
Reconozcámoslo, me has hecho la vida imposible. Pero con el tiempo, me acostumbré a ti e incluso te acepté hasta cierto punto.
Sin embargo, eso no significa que me gustes. No significa que me sienta cómodo con todos estos miedos y pensamientos exagerados que estás causando.
Después de todo, ¿a quién le gustaría tener una vocecita en la cabeza todo el tiempo? Una vocecita que le dice que las cosas se desarrollarán en el peor escenario posible y que nada le saldrá bien.
Primero, empieza cuando conozco a un chico nuevo.
En realmente le gusto? ¿O es que me está tomando el pelo?
¿Quizás hizo una apuesta con sus amigos sobre si sería capaz de conseguir mi número? ¿Quizá está intentando llegar a mi amigo a través de mí?
¿Porque a quién le gustaría? ¿A quién le interesaría de verdad?
Y lo más importante, ¿por qué? ¿Qué ve este tipo en mí?
Después de permitirme avanzar de algún modo desde esta etapa inicial, la lucha continúa.
¿Cómo debo responder a su mensaje de texto? Cómo responderé a su llamada sin que me tiemble la voz?
¿Cómo puedo ocultar que me aterroriza algo tan cotidiano como tener una cita?
Naturalmente, el primera cita es una auténtica pesadilla. No me refiero sólo a algunas cosas aleatorias que pasan por la cabeza de casi todas las chicas cuando están a punto de salir con un chico por primera vez, como qué ropa debe ponerse o si le gustará.
No, estoy hablando de verdaderos ataques de pánico que me impiden funcionar correctamente. Hablo del hecho de que siento que alguien me obliga a salir con un chico que me atrae mucho.
¿Me dejará plantada? ¿Pasaremos toda la noche en un silencio incómodo?
¿Le decepcionará mi aspecto? ¿Se dará cuenta de que me cuesta respirar y de que me sudan las palmas de las manos todo el tiempo?
Una vez que consigo entrar en una relación (cosa que rara vez ocurre), es cuando empiezan mis verdaderas batallas y cuando me doy cuenta de que todo hasta ese momento era pan comido.
¿Y si se cansa de mí? ¿Y si sigue pensando en su ex?
¿Y si no soy lo suficientemente buena en la cama? ¿Y si sólo está jugando conmigo?
¿Me quiere o sólo finge? ¿Estoy demasiado necesitada?
¿Por qué me ha besado de forma diferente esta mañana? ¿Por qué no me coge de la mano ahora?
¿Se está enfriando? ¿O me estoy imaginando cosas?
¿Quiere poner fin a las cosas pero no encuentra la manera de hacerlo? ¿Se queda conmigo por lástima?
¿Estoy desesperado por dar demasiado de mí? ¿Debería mostrar menos emociones?
¿Dijo "te quiero" porque era el momento o lo sentía de verdad? ¿Le importaría perderme?
Suena bastante agotador, ¿verdad? Bueno, esto es solo la punta del iceberg y algo con lo que he convivido desde que tengo uso de razón.
Sin embargo, esto no es sólo una carta de odio por todo lo que me estás haciendo pasar. Lo creas o no, también quiero darte las gracias.
Gracias por todas esas veces que ahuyentaste a los hombres que no podían conmigo. en mi peor momento, demostrándome que ellos tampoco merecían lo mejor de mí.
Por todas las veces que me salvaste de esos follamigos superficiales que ni siquiera intentaban ver más allá de mi trauma. Por todas las veces que mi exceso de reflexión y el no querer precipitarme me ayudaron a evitar a tipos que solo querían llevarme a la cama.
Gracias por ser mi escudo y mi mecanismo de defensa frente a todos los hombres que no merecen conocer mi verdadero yo.
Gracias por darme esta fuerte intuición que me permite percibir las malas intenciones a la legua. Por no permitirme saltar de una relación a otra y hacerme esperar a que llegue el hombre adecuado.
Un hombre que vea que soy mucho más que mi ansiedad. Un chico que será lo suficientemente paciente como para descubrir las capas de mi personalidad. Un hombre que me quiera por lo que soy.