"Todos los hombres son iguales". es una frase que utilizo a menudo. Todos son encantadores y dulces al principio y tóxicos y destructivos hacia el final.
Parece que todos han establecido ese patrón y que no hay opción de que las cosas mejoren. Pero, ¿es realmente así?
Puedo decirlo, "Todos los hombres son iguales". ¿sólo porque me encontré con algunos que eran, en mi opinión, lo peor de lo peor? Por supuesto que no.
Pero mis experiencias pasadas y las de la gente que me rodea me llevaron a formarme esa creencia, y es muy difícil quitársela de encima y arriesgarse a que te vuelvan a hacer daño.
Me volví precavido. Me volví demasiado cauto. Me volví demasiado desconfiado de todo y de todos.-pensando que otro desastre estaba a punto de ocurrir cada vez que salía con alguien nuevo.
Y no tenía motivos para pensar así, pero mi pasado me dominó porque no me di cuenta de que no todos los hombres son mis ex.
He tratado con hombres que pretendían ser algo que no son. Eran lobos con piel de cordero hasta que mostraron su verdadero rostro.
Mintieron, engañado, maltratada y manipulado haciéndome creer que era amor cuando lo único que les importaba eran ellos mismos. No es de extrañar que tenga grandes problemas de confianza.
Y aunque hay hombres así y esa es la realidad, no puedo generalizar y decir que todos los hombres son iguales.
No es justo para los buenos que a menudo pasamos por alto o no vemos porque nos quedamos con los que no merecen nuestro amor.
Luchamos por los que no nos merecen. Les damos innumerables oportunidades, esperando un resultado mejor la próxima vez.
Pero siempre nos fallan. Yo he pasado por eso y sé que solemos renunciar a ellos sólo cuando ya es demasiado tarde y nos sentimos profundamente decepcionados y heridos.
¿Por qué? ¿Por qué las mujeres tienen esa necesidad constante de enamorarse de hombres que sólo les traerán dolor?
Así que nos asustamos y nos sentimos heridos por nuestro pasado. Tenemos miedo de volver a confiar. Nos subir la guardia.
Estamos decididos a no volver a abrirnos al amor porque creemos que sólo nos abrirá al dolor. Esos mecanismos de defensa también nos impiden encontrar el amor.
Porque no hay amor sin confianza. La confianza es la base de cualquier relación sana. Nuestro pasado hizo que esos cimientos se tambaleasen.
Así que nos damos contra la pared cuando queremos empezar una nueva relación, una relación con un hombre que nunca nos ha hecho daño ni ha hecho nada que demuestre que no es honesto.
No estamos tan dispuestos a concederle el beneficio de la duda, a confiar hasta que se demuestre lo contrario, porque tenemos demasiado miedo de que vuelva a ocurrir lo mismo. Y que tengamos que volver a pegar nuestros pedazos rotos.
Lo que tenemos que hacer para no ahondar en nuestros problemas de confianza es dejar de depositar nuestra confianza en las manos equivocadas. Tenemos que dejar de dársela a quienes han demostrado una y otra vez que no son de fiar.
Tenemos que dejar de perdonar lo imperdonable porque volverán a traicionar y explotar nuestra bondad.
Si queremos una relación amorosa, tenemos que esperar a alguien en quien podamos confiar. Lo reconoceremos porque será todo lo contrario a todo lo que hemos conocido hasta ahora.
Aunque esperar no siempre es el camino más fácil, sin duda es el mejor. Porque hay un hombre ahí fuera que te encontrará cuando tú te encuentres-el que no se puede precipitar porque vendrá cuando tenga que venir.
Te encontrará cuando aprendas a quiérete a ti mismo. Te encontrará cuando aprendas que hay situaciones en las que tienes que exigir el respeto que mereces o alejarte.
Te encontrará cuando por fin te des cuenta de que eres más fuerte que tus miedos y de que prefieres arriesgarte a que te hagan daño antes que perderte el amor.
Ese hombre conoce cada uno de tus miedos y no se alejará, luchará contra ellos junto a ti. Comprenderá tu pasado y hará que parezca pequeño.
Él NUNCA romperá tu confianza y te destrozará como el anterior. Preferirá ayudarte y permanecer a tu lado mientras te reparas.
Sobre todo, tenemos que empezar a confiar en nosotros mismos. Tenemos que saber que nuestro pasado no es algo que nos defina.
Es sólo una lección que hemos tenido que aprender para no repetirla, porque sin esas lecciones nunca aprenderíamos. Ignoraríamos todas las banderas rojas que tenemos delante y el mismo escenario se repetiría una y otra vez hasta que finalmente aprendiéramos la lección.
Así que no tengas miedo de cometer un error. Ten más miedo de no sacar una lección de una mala experiencia.