Le querías tanto, tan fuerte e ingenuamente. Pensabas que eras la chica más afortunada del mundo. No tenías ni idea de lo que te esperaba. No tenías ni idea de cuánto dolor ibas a sufrir y cuántas lágrimas ibas a derramar por alguien que nunca lo mereció.
Pensaste que ibas a encontrar la felicidad eterna en ese hombre. No tenías ni idea de que todo ese tiempo, amaste a un hombre equivocado. No tenías ni idea de que tu amor se volvería en tu contra y te escupiría en la cara.
Después de probar la maldad pura que él encarnaba, el amor nunca volvió a ser lo mismo. Nunca supiste si volverías a amar a alguien. Tu felicidad se desvanecía y era reemplazada por una enorme tristeza. Y cuando había momentos en los que olvidabas lo herida que estabas, los recuerdos volvían y te recordaban una y otra vez lo miserable que eres.
Vagabas por tu propia vida como un extraño. Intentabas volver a encontrar el sentido, pero fracasabas cada vez. No tenías control sobre lo que ocurría. Tu mente te atrapaba dentro y tus recuerdos de él te perseguían, incluso cuando dormías.
Sé que no siempre fuiste así. Sé que tenías la sonrisa más bonita que he visto nunca. Sé que disfrutabas de la vida y que agradecías cada momento que llegaba. Eras esa persona que iluminaba la habitación allá donde iba.
Pero cuando le conociste, todo eso desapareció. Dejaste de sonreír. Querías consolarme fingiendo que estabas bien forzando una sonrisa en tu cara. Pero yo siempre lo supe. Lo supe porque no había chispa en tus ojos y esas pequeñas y bonitas arrugas alrededor de tu boca cuando sonreías sinceramente desaparecieron. Sabía que eras infeliz y no podía hacer nada al respecto.
Te cambió desde la médula. En lugar de ser la chica alegre y simpática que había conocido, te volviste depresiva y ansiosa. Me mentías diciendo que estabas enferma, que no podías levantarte de la cama. Pero sé que no querías levantarte. Sé que te destrozaba el espíritu y quería que sufriera al menos la mitad de lo que tú estabas pasando. Pero no pude hacer nada al respecto. Me mantuviste en la oscuridad. Yo era sólo un amigo en ese entonces y no querías admitir que habías cometido un error. Te habría perdonado. Te lo habría dado todo, incluso entonces.
Más tarde, me dijiste que te avergonzabas de haber dejado que te cambiara. Admitiste que estabas pasando por un infierno, pero que no podías dejar que nadie lo supiera porque estabas enfadada contigo misma por dejar que un idiota manipulador como él te destruyera.
Confiabas en él porque te hacía sentir segura. Te engañó haciéndote creer que estaría a tu lado siempre que lo necesitaras, siempre que te hicieran daño. No podías imaginar que sería él quien te haría daño a propósito, y fingiría consolarte y estar a tu lado. No podías haber imaginado que un ser tan diabólico como él pudiera caminar por esta tierra.
Te perdiste por un hombre que era incapaz de amar. Pensaste que podías enseñarle a amar. Viste ese potencial en él porque te encantó. Te engatusó y te hizo creer que era digno de intentarlo. Pero, no puedes enseñar a un narcisista a amar. Te lo advertí entonces. Te rogué que te alejaras de él, pero tú seguías respondiendo que las cosas iban a ir bien. No tenía ni idea de que te amaba, no hasta que caíste en los brazos de otro hombre. Un hombre que no te merecía.
No podía hacer otra cosa que verte sufrir en silencio y bajo el radar. Pero nunca pudiste ocultarme nada. Siempre supe cuando me mentías a la cara. Pero te dejé creer que no tenía ni idea porque sabía que un día te abrirías y, cuando llegó ese día, me quedé con los brazos abiertos, esperando a que vinieras.
Te di todo lo que te faltaba. Quise abrazarte tanto tiempo. Nunca quise dejarte ir. Quería compensarlo todo con ese único abrazo. Quería hacer todo bien de nuevo con ese beso en la mejilla.
Sentí lo rota que estabas. Sentí cada palabra desagradable que te había dicho. Sentí cada golpe en tu corazón. Tus moratones también me dolían.
Quería quitártelo todo. Quería borrarlo todo con ese único abrazo. Y eso fue sólo el principio. Ese abrazo fue sólo la punta del iceberg.
Te juro que nadie volverá a hacerte llorar. Te juro que tu sonrisa no se ha ido para siempre. Te la devolveré. Sé que no ocurrirá de inmediato. Pero también quiero que sepas que ya no estás sola. Quiero que sepas que los días en que no quieras levantarte de la cama, yo estaré a tu lado. Quiero que sepas que cuando los recuerdos vuelvan corriendo, yo estaré ahí para ayudarte a ahuyentarlos.
Estamos juntos en esto. De lo único que me arrepiento es de haberte dejado ir con él. Me arrepiento de haber sido un estúpido por no ver que ya entonces te quería más que a la vida misma. Pero, nuestra historia tiene un final feliz después de todo porque juro por mi vida que no voy a dejar que nadie te haga daño nunca más.
Y al final, a él, sólo tengo una cosa que decirle: Duerme bien mientras puedas porque al final de nuestro viaje, todos nos enfrentaremos a lo que hayamos hecho hasta ahora. Todos responderemos por nuestros pecados. Sólo reza para que seas capaz de soportar lo que te espera.
por Owen Scott