Estaba esperando a que los cámaras salieran de las sombras cuando mi muy serio novio decidió informarme de que ya no se sentía "sexualmente atraído" por mí. Primero me quedé en estado de shock. Después, agradecí que mi capacidad de lucha o huida se hubiera visto mermada en ese momento. Cualquier chica normal le habría clavado un puñal al gilipollas que estaba decidiendo decirle a su novia, el día de su CUMPLEAÑOS, sí, el día de mi cumpleaños, que ya no podía hacerlo más.
Mientras miraba sus labios moverse arriba y abajo, entré en otra dimensión. En mi cerebro pensaba: ¿no es la atracción lo primero que ocurre en una relación? Entonces, ¿por qué ahora esta epifanía acababa de llegar a él? La confusión corría por mi mente. La confusión corría por mi mente como un reguero de pólvora.
La abundante cantidad de apoyo y el interminable aliento que le di cuando se trataba de lo que era importante para él: los llamados Ironman y una situación cercana a la pérdida del trabajo, Yo estaba allí. Siempre estaba allí para levantarle cada día. Yo estaba allí para ayudarle a levantar esos bloques de confianza cuando necesitaba un empujón extra de ánimo. Lo elogié, lo felicité y, sí, hasta le limpié las malditas heridas cuando se cayó de la bicicleta compitiendo en esos Ironman. Yo estuve allí. Yo estaba allí para todo esto y yo estaba allí mientras estudiaba para mis exámenes, trabajando a tiempo completo y aún así le dediqué tiempo para darle el amor que creía que se merecía. No le pedí nada, excepto un poco de su corazón y atención a cambio. Nunca entendí por qué no podía dar sólo un poco de sí mismo...
Ahora entiendo por qué no podía apoyarme como yo le apoyaba a él. Además de su trabajo a tiempo completo para ganar un sueldo, tenía otro a tiempo completo para atender a la instructora de spinning de 40 años, a la chica Ironman de 35 y a la aspirante a cantante country de 32 años. Me los presentaron como 'amigos'. Era tan ingenua que creía que un hombre guapo podía tener amigas. Después de todo, yo soy una mujer atractiva y tengo muchos amigos varones que en realidad son sólo amigos. Bueno, puede que haya sido ingenuo, pero no soy estúpido. Mi radar de chica se puso en alerta tras unas cuantas rondas de preguntas sobre sus amigos. Yo sólo le preguntaba por lo que hacían y él le dio la vuelta y me dijo hacerme sentir como si fuera el loco. Dijo que 'todas mis preguntas' reflejaban mis propias inseguridades (no, gilipollas, de verdad me interesaba quiénes eran, qué hacían, etc.) Intentó por todos los medios desviar la atención y hacerme sentir como si yo fuera una zorra loca y psicópata. Me llenó la cabeza con sus mentiras.
De vuelta a mi cumpleaños... Me sentía tan triste y sola y nunca había sentido tanta humillación. Sus palabras me cortaron hasta lo más profundo de mi ser. ¿Tanto tardó en darse cuenta de que no se sentía atraído por mí?
Afortunadamente, con la ayuda de otros, pude ver que eran SUS propias inseguridades tóxicas las que había proyectado en mí. Estaba haciendo todo lo posible por destruirme, hasta que no quedara nada. Casi le había dejado ganar con sus enfermizos juegos mentales. Casi le había dejado ganar despojándome de mi corazón y mi alma.
Poco a poco aprendí a rezar menos por su desaparición y por los recuerdos dolorosos y más por el arte de superar el dolor. En algún momento aprendí a superar el dolor y me di cuenta de que cada día me prometía a mí misma volver a ser la mujer que era antes de conocerle.
Sabía que necesitaba ayuda y lo que me ayudó a convertirme en mi botiquín de primeros auxilios para superarlo fue la alegría que me daba correr. Correr se convirtió en una necesidad para mí, como la comida y el agua.
Correr era mi vía de escape más especial y se convirtió en mi sesión diaria de terapia cuando no podía evitar que esas palabras hirientes resonaran en mi mente. Correr me ayudó a encontrar mi propia voz.
Necesitaba correr. Necesitaba correr todos los días. Necesitaba correr por mi propia cordura. No estoy segura de si es por las endorfinas que se liberan, pero correr se convirtió en mi droga preferida cuando tenía que lidiar con el dolor.
Yo relaciono correr con ser el mejor antidepresivo que se puede tomar. Correr requiere fuerza y resistencia física. Correr ayudó a mi cuerpo física y mentalmente. Físicamente, correr me ayudó a mejorar el sueño nocturno que tanto había perdido a causa de los atormentadores y dolorosos recuerdos. Mentalmente, correr me ayudó a pensar con claridad y a reconstruir mi autoestima y mi ego, que habían quedado reducidos a la nada.
Para mí, correr no era sólo cuestión de distancia y kilometraje. Me fijé objetivos mentales. Cada carrera, me prometí seguir corriendo hasta que el dolor y el pánico de sus recuerdos tóxicos fueran cada vez menores y su voz enmudeciera. Me prometí a mí misma que en cada carrera me enfrentaría a los miedos que me había infundido.
Correr me enseñó algo sobre la vida en general. Algunos días serán mejores que otros. Algunos días tendrás la mejor carrera de tu vida y otros apenas encontrarás combustible para mantener las piernas en marcha. Igual que algunos días con él apenas podía soportar el dolor y otros era totalmente invencible.
Correr fue mi remedio y mi mecanismo para recuperar el control de mi vida. Así que te animo a que te pongas a sudar, abras ese botiquín de primeros auxilios que incluye zapatillas y un conjunto bonito. Corre hasta que el dolor sea cada vez menor y tu la fuerza vence toda su negatividad.