Si mirabas lo suficientemente cerca, podías ver más allá de su sonrisa. Podrías haber visto dentro de su alma rota. Había algo en su forma de sonreír que te decía que esa sonrisa no era sincera.
No porque quisiera fingir, sino porque era lo mejor que podía dar en ese momento.
Sus ojos te dirían que alguien o algo la había destrozado en un millón de pedacitos. Y su sonrisa era un intento de pegar esos pedazos.
Estaba tumbada en su cama, completamente despierta, sabiendo que debería estar dormida desde hacía horas. En su cabeza, volvía al momento en que todo era sencillo, en que un futuro con él parecía algo tan cercano, tan alcanzable, y luego volvía al momento en que todo se fue al garete.
Aquellas noches en vela se estaban convirtiendo en su ritual nocturno. No es fácil encontrarle sentido a una situación tan complicada como ésta.
Ahora está muy bien. Pero durante un tiempo pensó que no lo conseguiría. Temía morir de tanto dolor.
En el fondo, siempre supo que la relación nunca duraría. Siempre era ella la que ponía más empeño en las cosas.
Siempre era la que no hablaba cuando tenía que luchar por sí misma. Toleró muchas cosas que no debía, en nombre del amor.
Incluso estaba enfadada consigo misma por no haber sido capaz de hablar, pero algo en su interior se lo impedía. No podía ser ella misma cuando estaba con él, sabiendo que ella lo amaba de todos modos.
Se fue cuando todo empezó a asentarse, cuando ella volvió a ser feliz. Era la mejor versión de sí mismo, como lo había sido al principio de su relación.
Le mostró cómo podrían haber sido las cosas, cómo debería haber sido todo. Le prestaba más atención que nunca y ella se sentía en paz por primera vez en mucho tiempo.
Todo era la calma antes de la tormenta. En cuanto ella empezó a creer que todo volvía a ir bien, él se marchó.
Verle como podría haber sido y perderle justo después fue lo que más le dolió.
Cuando se marchó, sintió como si la mitad de ella se hubiera ido con él y nunca fuera a recuperarla.
Odiaba sentirse así, así que hizo un pacto consigo misma para hacer todo lo posible por dejar de hacerlo. Se distraía con gente que nunca había conocido, cosas que nunca había probado y lugares que nunca había visto. Haría cualquier cosa para ayudarse a sí misma.
Puede que estuviera rota, pero nunca renunció a nada ni a nadie. No iba a empezar con ella misma.
Porque una chica como ella no se acuesta y acepta la derrota para siempre. En algún momento, se levanta de las cenizas de los recuerdos que la rodean, se sacude el polvo y sigue luchando.
Se dio cuenta de que la mejor manera de superarlo era salir de su propia cabeza y cambiar su forma de pensar. Se recordó a sí misma quién era, qué quería y por qué lo merecía. Con el tiempo, reconstruyó esa otra mitad de sí misma que creía haber perdido cuando le perdió a él.
Se dio cuenta de que nunca podría ser verdaderamente feliz con él. El el amor que sentía por él le impidió verle como realmente era.
Al irse, le hizo un favor porque ella se descubrió a sí misma. Si él se hubiera quedado, nunca habría visto su verdadera cara.
Descubrió lo fuerte que era y de qué estaba hecha. Descubrió partes de sí misma que no sabía que existían. Se convirtió en la mejor versión de sí misma que jamás podría esperar ser y sólo puede agradecérselo a sí misma. Se hizo feliz a sí misma.
Lo perdió a él, pero se encontró a sí misma y, de algún modo, eso era todo lo que necesitaba.
Después de 20 años espero encontrar una persona adorable en mí