Cuando me dejaste, me quedé destrozada. Mi mayor temor se hizo realidad: perdí al hombre que más quería y estaba convencida de que mi mundo había llegado a su fin.
La verdad es que te amaba de todo corazón y sin condiciones, y estaba convencida de que te amaría mientras respirara, pasara lo que pasara.
Te quise incluso cuando me hacías daño, incluso cuando eras la causa de mis lágrimas, incluso cuando abusabas emocionalmente de mí.
Te quise incluso cuando me descuidabas e incluso cuando me sentí como tu última opción.
Incluso cuando había todas esas otras chicas a tu alrededor, incluso cuando me hacías sentir como una mierda e incluso cuando me dabas ganas de desaparecer.
La verdad es que te quise incluso cuando no me correspondiste.
Estaba dispuesto a hacer lo que hiciera falta para mantenerte a mi lado, aunque eso significara perderme en el proceso.
Sí, amenacé con irme miles de veces. Me prometía a mí mismo que una de esas
días, por fin tendría el valor de poner mi mente por delante de mi corazón y hacer lo correcto.
Que llegaría un día en el que dejaría de darte infinitas segundas oportunidades, en el que dejaría de justificarte y en el que por fin dejaría tu lamentable culo.
Un día en el que por fin me elegiría a mí misma antes que a ti y en el que por fin aceptaría que mi amor nunca te cambiaría.
Un día en el que por fin aceptaría la cruda realidad: que nunca podrías hacerme feliz y que pasar de ti era la única opción lógica que tenía.
Sin embargo, el día de mi adiós definitivo no estaba ni cerca.
En lugar de hacer lo que era correcto para mí, seguí arrastrándome a este círculo interminable de falsas esperanzas y desesperación y seguí esperando que las cosas entre nosotros de alguna manera se resolvieran para mejor.
Sin embargo, eso no iba a suceder. Y al mismo tiempo, tampoco te iba a dejar.
Mirándolo todo desde este punto de vista, supongo que nunca habría sido yo quien cortara el lazo final. Así que gracias por hacerlo en mi lugar.
Gracias por ser un gilipollas que me rompiste el corazón por última vez cuando me abandonaste, sin importarte nada de mí.
Por echarme de tu vida, sin darte la vuelta.
Sí, lo has oído bien. No estoy aquí para maldecirte ni para decirte cuánto te odio. Estoy aquí para darte las gracias de todo corazón.
Gracias por desaparecer de mi vida.
Probablemente no lo sepas, pero cuando te alejaste de mi, en realidad me salvaste.
No sólo me salvaste de ti mismo.
También me salvaste de todo el dolor que había estado pasando, de no tener futuro a tu lado y de todo el amor que sentía por ti, que me estaba matando espiritualmente.
Me salvaste de perder más años con un imbécil que no hacía más que jugar conmigo y darme por sentada.
De pasar una vida miserable rogándote que me amaras y suplicándote que te convirtieras en el hombre que yo quería que fueras.
Así que, gracias. Lo primero y más importante, gracias por demostrarme que puedo vivir sin ti, a pesar de todo.
Por demostrarme que nunca te he necesitado y que estoy perfectamente bien sola.
Gracias por hacerme creer en mí misma y por darme fe en que podría sobrevivir a cualquier cosa que la vida me deparara, si sobrevivía a ti.
Por hacerme ver lo fuerte y poderosa que soy.
Gracias por enseñarme que no debo permitirme conformarme con menos nunca más.
Por enseñarme lo que no es el amor y lo que son las cosas que no merezco.
Por enseñarme lo que nunca debo buscar en un hombre y el tipo de trato que nunca más debo soportar.
Gracias por demostrarme lo imbécil que eras todo el tiempo.
Por ayudarme a quitarme las gafas de color de rosa y a darme cuenta de que, durante todo ese tiempo, eras tú quien no era suficiente.
Gracias por hacer sitio a un nuevo hombre en mi vida.
Para un hombre que piense que soy dignaun hombre que me de todo el amor que merezco, necesito y quiero.
Por un hombre que será todo lo que tú nunca fuiste capaz de ser.
Así que supongo que perderte no fue tan malo después de todo. De hecho, fue lo mejor que me pudo haber pasado.