Si tuviera que describir mi vida en una palabra, sería "esperar". Siempre estaba esperando algo. Esperaba sus mensajes y sus llamadas.
Esperé a que encontrara tiempo para mí. Esperé a que me dijera "te quiero". Esperé a que estuviera listo para una relación. Esperé a que me eligiera, pero nunca lo hizo.
Lo triste es, y es fácil admitirlo, que probablemente seguiría esperando si él no me hubiera dejado. Seguiría conformándome con sus palabras vacías y sus falsas promesas.
Todavía estaría bien con ser su plan de respaldo. Todavía me aferraría a la esperanza de que algo cambie dentro de él y acabemos juntos.
Seguí mintiéndome a mí misma. Me mentía diciendo que estaba bien tal y como estaban las cosas. Me mentía diciendo que no necesitaba etiquetas.
Mentí diciendo que era una chica tranquila y relajada, del tipo "pase lo que pase, pasará lo que tenga que pasar". Mentí porque lo quería tanto en mi vida y era la única forma de tenerlo.
Decidí ignorar todas las banderas rojas que ondeaban ante mis ojos, advirtiéndome que me mantuviera alejada. No pude evitar verlas. Me dijo que no está preparado para una relación todavía, y como un tonto, seguí aferrándome a la parte "todavía" de la frase, pensando que las cosas cambiarían en el futuro.
Inventé excusas para su comportamiento pensando que lo único que necesitaba era más tiempo.
Esperando a que él se enamorara de mí, yo seguía enamorándome de él cada vez más. Mi enamoramiento de él se convirtió en amor y esperaba que a él le ocurriera lo mismo.
A medida que me iba encariñando más y más, seguía interpretando todas las señales como yo quería verlas.
Todas las pequeñas muestras de afecto que me daba me parecían grandiosas. Vivía de las atenciones que me daba, aunque nunca eran suficientes.
Siempre me sentía privado. Siempre anhelaba más, pero me conformaba con menos porque sentía que no tenía otra opción.
Se preocupaba por mí. Eso lo sé. Estoy segura de ello incluso ahora. Pero nunca me amó. No de la forma en que yo lo amaba. Sólo me quería a medias. Yo sólo tenía un pequeño lugar en su corazón.
Me quería como si fuera su plan de reserva mientras todo mi corazón era suyo. Mientras yo soñaba con nuestra vida con él, él siempre supo que no estaba allí para quedarse.
Por eso todo mi corazón se rompió en millones de pedacitos y aún no los he juntado todos. En cambio, el suyo permaneció entero, intacto, intacto porque nunca fue mío como yo fui suya.
Fue mi mayor amor y mi mayor y más dura lección. Me enseñó que si el amor no va en ambas direcciones, no vale nada. Me enseñó que el dolor puede ser aún mayor cuando estás en algo que no tiene etiquetas y no promete compromiso.
Me enseñó que tengo que respetarme lo suficiente y esperar lo que merezco. Que no debería perseguir a nadie, diciéndole lo genial que podríamos estar juntos si ellos mismos no lo ven.
Que sólo mi amor no era suficiente. Que soy más fuerte de lo que creo y que puedo hacerme feliz.
Y lo que es más importante, me enseñó que debía nunca te conformes con ser el plan de reserva de alguien cuando merezco ser la primera y única opción de alguien.