Noche tras noche sólo una pregunta resonaba en mi cabeza: "¿Dejará de dolerme el corazón algún día?".
Sentía el pecho tan pesado por todos los pedazos rotos por dentro. Sentía que no había forma de salir de esta situación. Estaba atrapada en mi dolor.
Mañana tras mañana solía decirme a mí misma: Puedes hacerlo; eres lo bastante fuerte para pasar el día.
Cubría las ojeras con corrector.
Ponía una sonrisa falsa y, si alguien me preguntaba, decía en voz alta que estaba bien, aunque Me estaba desmoronando desde dentro.
No quería que nadie viera lo mal que me hiciste.
En vez de dejarte ir, solía aferrarme tan fuerte. Solía volver a nuestro lugar feliz. Al lugar donde las cosas funcionan - el lugar que ahora estaba destruido.
Solía retroceder en el tiempo hasta esos momentos de felicidad desbordante.
A momentos ordinarios llenos de abrazos, besos y conversaciones profundas. A una época en la que aún no te conocía de verdad.
El verdadero tú no tenía nada que ver con el que yo veía con mis ojos saltones llenos de amor. Aún no puedo creer lo ciega e ingenua que era.
Te permití manipularme y juegas con mi corazón como si fuera a prueba de balas. Confié en ti y me traicionaste.
Yo te quería y tú me tiraste ese amor a la cara.
Dabas por sentados mis sentimientos y todos mis esfuerzos, y luego los desechabas como si no valieran nada.
Me apartaste y me hiciste sentir que no era digna de ser amada. Podía sentir mi amor propio abandonando mi sistema. Podía oír cómo mi confianza tocaba fondo.
De repente, todo el dolor se transformó en entumecimiento. Ya no podía llorar. Debí de quedarme sin lágrimas.
No podía pensar en todo lo que podría y debería haber hecho. Mi mente estaba en blanco. Mis sentimientos estaban agotados.
Estaba hundido, completamente destrozado, y no tenía más remedio que reconstruirme desde cero.
Me obligaba a salir de la cama cada mañana. Me vestía, aparecía donde debía.
Me enterré en el trabajo y encontré consuelo en los amigos.
Una de esas mañanas, las cosas empezaron a parecerme un poco más fáciles. Empecé a construir los cimientos de mi nueva vida. Lento pero seguro.
Noche tras noche me iba a la cama pensando en ti.
Pero una de esas noches, en lugar de lamentar todo lo que perdí, vi todo lo que gané al perderte.
Era tan ingenua y estaba tan enamorada que no podía ver lo equivocada que estabas conmigo.
No podía ver todas las formas en que estabas matando mi autoestima.
Ahora que mi visión era clara de nuevo, todo lo que quedaba por hacer era convertir todo mi dolor en poder y decir gracias por romperme.
Gracias por todas las veces que me trataste mal.
Me enseñó cómo no deberían tratarme nunca. Necesito a alguien que me levante en vez de hundirme.
Necesito un hombre que no señale mis defectos, sino que se centre en mis valores.
Necesito lo opuesto a todo lo que solías darme porque lo opuesto es amor y tú nunca me amaste de la manera correcta.
Gracias por salvarme de años de dolor a tu lado.
Nunca estuviste a mi lado. No tenías ni idea de mis problemas y preocupaciones. No te importaba cómo me haría sentir tu comportamiento.
Nunca te involucraste en nuestra relación. Yo era el único que invertía y se esforzaba. Las cosas habrían empeorado si hubiéramos seguido juntos.
Tú siempre tenías razón y yo siempre me equivocaba. Estaba necesitada, aunque lo único que necesitaba era tu amor y tu atención.
Ahora sé que no es algo que debiera haber suplicado.
Doy gracias al cielo de que te alejaras de mí porque nunca supe irme por mi cuenta.
Necesito a alguien que me valore y me respete. Alguien cuyo amor llegue sin esfuerzo.
Alguien que no pueda esperar a verme, mandarme mensajes y hacerme sentir cuidada.
Necesito una persona que sepa amar, dar y permanecer en una relación comprometida. Nunca supiste cómo hacerlo.
Al final, gracias por no quererme porque me enseñó a quererme a mí misma.
Me encantan mis cicatrices, tanto las visibles como las invisibles.
Cuentan la historia de una mujer fuerte que ha pasado por un infierno y ha vuelto para contarlo.
Me encanta cada pequeña imperfección de mi cuerpo, incluso mis estrías, mi nariz rara y mis michelines.
Me encantan porque son lo que me hace ser yo. Me dan ese toque especial que tienen todas las personas que se sienten cómodas en su propia piel.
Me encanta el sonido de mi risa y mi punto de vista de la vida desde que te has ido.
Amo a la mujer que soy y en la que me estoy convirtiendo. Me quiero a mí misma y un día alguien digno de mí también me amará.