Llámame patética e idealista, pero desde el momento en que te vi por primera vez, estaba convencida de que serías el hombre junto al que pasaría mi vida.
Pensé que serías la persona que me cogería de la mano incluso cuando envejeciera. Que serías la persona con la que formaría una familia y el hombre que sería el padre de mis hijos.
Estaba segura de que nuestra historia de amor no sería ordinaria y que sería algo que duraría toda la vida.
Pensé que nada ni nadie podría interponerse entre nosotros y que el amor vencería todo lo que se interpusiera en su camino.
No me malinterpreten, nunca pensé que sería perfecto.
Era consciente de que pasaríamos momentos difíciles. Sabía que discutiríamos y que no nos llevaríamos bien en todo.
Pero, de algún modo, siempre estuve convencido de que superaríamos todo esto.
De alguna manera, siempre estuve convencida de que el amor que nos teníamos sería más fuerte que todos los obstáculos y retos que la vida nos pusiera por delante.
Pero creo que no podía estar más equivocado. Y supongo que era el único que pensaba así.
Porque no me habrías dejado como lo hiciste si estuvieras segura de nuestro amor como yo lo estaba. Y sé que ha pasado tiempo desde que tú y yo estuvimos juntos.
Y mi razón sigue diciéndome que no volverá y que las cosas entre nosotros nunca volverán a ser como antes.
Pero mi corazón aún se niega a aceptarlo. Y todavía espera, contra todo pronóstico. Todavía me niego a aceptar realmente que hemos terminado.
Aún me estoy obligando a aceptar que nuestra historia de amor ha llegado a su fin. Y que no fue una final feliz.
Aún tengo que recordarme a mí misma que no tengo derecho a llamarte siempre que me apetezca. Que no puedo compartir contigo cada momento de mi día.
Que ya no eres la primera persona con la que puedo compartir todo, tanto lo bueno como lo malo, que me ha pasado.
Todavía estoy creciendo para darme cuenta de que eres no es mi persona de siempre y que no eres la persona con la que compartiré mi vida.
Que todos nuestros objetivos, planes y sueños futuros nunca se harán realidad. Que nunca lograremos todas las cosas de las que hablamos.
Que nunca visitaremos todos los lugares que queríamos visitar y que nunca haremos todo lo que habíamos planeado hacer.
Que nunca seré tu mujer ni la madre de tus hijos.
Que no pasaré todas las mañanas de todos los días de mi vida despertándome a tu lado. Que no volveré a dormirme en tus brazos.
Que nunca más oiré el latido de tu corazón.
Que nunca te besaré y que nunca me abrazarás. Que nunca pasaré horas viéndote dormir y escuchándote respirar plácidamente.
Que nunca volveré a ver tu cara en mi puerta, esperando a que vuelva a casa. Que nunca veré un mensaje o una llamada perdida tuya en la pantalla de mi teléfono.
Incluso no puedo creer que nunca más me molestarás. Que nunca discutiremos por tonterías.
Que nunca me harás enfadar de la única forma que sabías hacerlo. Que nunca pelearé contigo y que nunca más tendremos sexo de reconciliación.
Me estoy obligando a aceptar que en algún momento en el futuro, un nuevo hombre formará parte de mi vida.
Que algún día estaré besando los labios de otro y que me despertaré junto a otra persona.
Aún me estoy obligando a entender que algún día serás sólo un recuerdo lejano del que apenas me acordaré.
Que ya es hora de que te deje en el pasado. Que ya es hora de que por fin te supere y deje ir todo lo que me recuerda a ti.
Que ya es hora de que deje de aferrarme al pasado y me centre en mi presente y mi futuro.
Sigo forzándome a no amarte. Y todavía me estoy obligando a seguir adelante con mi vida.