Todos tenemos pleno derecho a hacer lo que queramos con nuestras vidas. Tenemos derecho a no querer una relación seria o a no estar preparados para entregar nuestro corazón a otra persona. Y esto también va por ti.
Sin embargo, si sólo buscas una aventura casual en lugar de una relación seria, lo único decente es ser sincero al respecto.
Si buscas algo temporal, sin ningún deseo de dedicarte a esa relación, debes ser sincero sobre tus intenciones.
No vas por ahí rompiéndole el corazón a la gente, prometiéndoles el mundo, para luego acabar dándoles nada.
No se ilusiona a nadie haciéndole creer que se está hasta el final, cuando en realidad sólo se le está dando el amor a medias .
No haces todo lo posible para que esa persona se enamore de ti, sin tener nunca la intención de elegirla de verdad.
No le haces creer que la quieres y que es la única para ti, cuando una relación seria ni siquiera está en tu cabeza.
Al menos, así es como actuaría un hombre de verdad. A diferencia de usted, un hombre de verdad sería sincero sobre sus verdaderas intenciones desde el principio, en lugar de hacer perder el tiempo a una chica y darle largas.
Pero supongo que no tenías lo que hacía falta para ser ese hombre, ¿verdad? Porque si lo tuvieras, no me habrías convencido de que estabas comprometido con nuestra relación para luego acabar rompiéndome el corazón.
Aun así, eso fue exactamente lo que hiciste. Te esforzaste en hacerme creer que tu amor por mí era profundo y real.
Que no eras como ninguno de mis ex y que nunca te aprovecharías de mí ni me harías daño de ninguna manera.
Hiciste todo lo posible por meterte bajo mi piel y dentro de mi corazón, fingiendo ser el hombre que he esperado toda mi vida.
Actuabas como el sueño de toda mujer, y con el tiempo, empecé a creer tus mentiras.
Con el tiempo, empecé a confiar en ti y no en mi instinto, que me decía que eras demasiado bueno para ser verdad. Ignoré mis instintos y pensé que por fin había encontrado a mi alma gemela y a alguien capaz de amarme de verdad.
Vaya, me equivoqué.
El momento en que viste que me tenías de verdad fue también el momento en que mostraste tus verdaderos colores y tu verdadero rostro, que no se parecía en nada a la máscara que habías llevado todo el tiempo.
El momento en el que tuviste la certeza de que me había enamorado de ti como una loca fue el momento exacto en el que todo cambió. El momento en que te vi cambiar para siempre, allí mismo, delante de mis ojos.
De repente, no quedaba ni rastro de aquel hombre cariñoso y atento al que solía conocer y al que había llegado a querer.
Todo el amor que me demostrabas desapareció de la noche a la mañana, como si nunca hubiera existido.
Sin más, empezaron los insultos, los engaños y el maltrato emocional. Sin más, mi cuento de hadas se convirtió en mi mayor pesadilla.
Resultaste ser un gilipollas egoísta que obviamente me había estado manipulando todo el tiempo. Un mentiroso que fingía ser alguien que no era hasta conseguir lo que quería de mí.
Todas esas noches que pasé en tus brazos fueron sustituidas por las que pasé despierta hasta la mañana, preguntándome en qué se habían torcido las cosas y qué había hecho mal.
Mis risas y sonrisas fueron reemplazadas por mi llanto hasta quedarme dormida, rogándole a Dios que volvieras a ser el hombre del principio de nuestra relación.
Al cabo de un tiempo, por fin tuve el valor de dejarte, pero incluso después de hacerlo, aún tardé en comprender que ese hombre del que me había enamorado en realidad nunca existió.
Tardé un tiempo en aceptar que había estado viviendo en la mentira y que todo aquello no había sido más que un disfraz.
En realidad, nunca cambiaste. Siempre fuiste así.
Nunca tuviste la intención de comprometerte. Era sólo una forma de romperme el corazón con más facilidad.
Y eso es algo que nunca podré perdonarte.