Si tuviera que describir mi vida contigo en una sola palabra, esa palabra sería "espera". Porque cuando pienso en ello, todo giraba en torno a eso.
Seguí esperando a que rehicieras tu vida. Seguí esperando a que me quisieras más.
Seguí esperando que me eligieras por encima de cualquier otro. Pero nunca lo hiciste. Al menos no hasta que Me alejé.
Es curioso cómo algunas personas no valoran lo que tienen hasta que lo pierden. No te aprecian mientras estás allí.
No ven todo lo que has hecho por ellos. Todo lo que has sacrificado.
No ven lo importante que era tener a alguien en quien apoyarse hasta perder a su partidario.
Lamentablemente, tú eras un ejemplo de libro de texto de esas personas. Nunca supiste lo que tenías en mí hasta que me fui.
No entiendo cómo no pudiste verlo entonces. Cómo no pudiste ver todo mi amor. Es como si no significara nada para ti.
Me tratabas como si yo debiera alegrarme de estar contigo, como si debiera honrarme con tu presencia cuando por fin encontrabas tiempo para mí, cuando no tenías nada mejor que hacer. Siempre sentí que era la última.
Tenías tus propios problemas. La vida no te trató con justicia. Lo comprendí. La mía tampoco fue todo sol y arco iris. Me quedé.
Te escuché. Te animé. Te di todo el amor y el afecto que había en mí. Te di partes de mí que nunca recuperaré.
Siempre tuve la fuerza y el positivismo suficientes para sacarnos a los dos a la superficie cuando nos estábamos ahogando.
¿No habría sido más fácil si lo hubiéramos hecho juntos?
Celebré tus victorias como si fueran mías. Nada me haría más feliz que verte feliz.
Celebré esos días. Me gustaba verte hacerlo bien. Cuando me iba bien, tú también lo disfrutabas. Eso te lo reconozco. Te gustaba verme feliz y alegre. Decías que era mi mejor aspecto.
Pero entonces, ¿por qué me hiciste llorar tantas veces? ¿Por qué me dejaste sola tantas noches, preguntándome dónde estabas y qué pretendías?
¿Por qué te costaba tanto al menos mandarme un mensaje? Solo quería saber que estabas sana y salva, que pensabas en mí y que no tenía nada de qué preocuparme.
Fue un segundo de tu tiempo y habría significado mucho para mí.
Estabas tan preocupada por ti que no me viste a tu lado.
Veías a una persona que estaba ahí para ti, pero nada más. Nunca mostraste interés por nada de lo que me interesaba, por cómo me había ido el día, si me sentía bien o no. Todo se trataba de ti, de ti y sólo de ti.
Dios, Me sentía tan sola. Me sentía tan sola incluso cuando dormías a mi lado. Esa conexión que sentí contigo al principio ya no existía.
Seguí buscándolo. Seguí pidiéndote que te esforzaras más si de verdad te importaba. Que trabajaras en nosotros.
Serías mejor que perfecto durante unos días. Serías tan amable y cariñoso que compensarías todos los males. Luego volverías a las andadas.
Seguimos repitiendo el mismo escenario una y otra vez hasta que me harté de todo.
No podía soportarlo más. No podía estar contigo y estar tan sola al mismo tiempo. Estaba cansada de esperar a que las cosas fueran normales.
Estaba cansada de mendigar tu atención y tu tiempo. Estaba cansada de tus emociones a tiempo parcial. Estaba cansada de esperar a que me quisieras de verdad. Así que me marché.
Me alejé y fue lo más difícil que tuve que hacer. Y lo más triste de todo es que no sé si dejarte me rompió el corazón o si mi corazón se rompió porque me quedé demasiado tiempo.
Y ahora estás aquí... queriendo que vuelva porque sabes que me has perdido. Dices que quieres esforzarte más, que quieres estar ahí para mí, que no sabías lo miserable que serías sin mí.
Me quieres. Te preocupas por mí. Harías cualquier cosa para recuperarme.
¿Por qué tuviste que realizar tu amor a costa de mi corazón roto? ¿Te das cuenta de lo mucho que me costó alejarme?
¿Cómo puedo saber que será diferente si te doy una segunda oportunidad? Me alejé y ya no sé si puedo volver. Tal vez me elegiste demasiado tarde.