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Nunca Dejaste Moretones En Mi Cuerpo Pero Sí En Mi Corazón

Nunca Dejaste Moretones En Mi Cuerpo Pero Sí En Mi Corazón

No creo que nunca me hubiera imaginado a mí misma rota por alguien con quien estaba dispuesta a pasar mi vida. Sabes, yo creía que una vez que encuentras a tu otra mitad, eso es todo. Todo lo demás cae en su lugar y eres feliz. Tienes luchas, tienes batallas que librar, pero estáis juntos y eso es todo lo que importa. Lucháis juntos, soñáis juntos y respiráis juntos. De eso se trata el amor, ¿verdad?

Pero la cosa es que yo nunca fui tu verdadero amor. Lo que tuvimos nunca fue amor en primer lugar.

Nunca me pegaste, pero aun así te las arreglaste para hacerme daño. Las palabras duelen más que los puños. El dolor persiste una y otra vez. Vuelve y te persigue. Incluso cuando estás lejos de la persona que te hizo daño, el dolor sigue ahí. Sigues oyendo su voz resonando en tu mente, gritándote que no eres lo bastante bueno. Gritando que eres un fracaso, que nunca lo conseguirás por ti mismo.

Nunca me pegaste, pero tus palabras eran más afiladas que cualquier cuchillo, más fuertes que cualquier puño. Todas esas veces que te burlabas de mi cuerpo, de mi pequeña y tonta mente, de mi tierno corazón; todas están grabadas en mi alma. Eran un peso que me clavaba al suelo, pero ahora los llevo como insignias de honor.

Nunca me rompiste ningún hueso, pero conseguiste romperme el espíritu. Me decía a mí mismo, 'Él nunca te golpeó, esto no es lo que crees que es'. Intentaba convencerme de que lo nuestro no era maltrato, sino sólo un bache en el camino. Qué triste fue tener que convencerme de que me querías. Qué triste fue tener que justificar tu comportamiento hasta el punto de que ya no sabía cuál era la verdad.

Cada vez que me disculpaba por algo de lo que me acusabas, perdía una parte de mí. Cada vez que callaba, mis gritos de auxilio me ensordecían. Cada vez que accedía a tus deseos, los míos desaparecían. Ya no esperaba, ya no creía y ya no soñaba. Perdí mucho, pero seguía creyendo que lo tenía todo.

Nunca magullaste mi cuerpo, pero magullaste mi corazón. Lo que me hiciste, cómo me trataste es indescriptible. Cómo tu amor tóxico me intoxicó, cómo tu avaricia se llevó pedazos de mí, no porque los necesitaras, sólo porque podías. Cómo tus manipulaciones me hicieron creer que así era el amor, sólo para encontrarme sola una vez que te hartaste. Lo desesperada que me sentí cuando te fuiste porque creí cada una de las palabras que me dijiste. Creí que no era suficiente y que nunca encontraría a nadie como tú.

Que Dios me ayude, ahora mismo es todo lo que pido. Nunca quiero sentirme como me sentí contigo. Nunca quiero sentirme como un extra en mi propia película. Nunca quiero sentirme insignificante en mi propia relación. Nunca quiero sentirme solo al lado de la persona que amo. Nunca más.

Nunca usaste los puños, pero tus palabras fueron más que suficientes. Tus palabras me rompieron por dentro. El cuerpo puede curarse, pero el alma necesita tiempo y amor. Me costó cada gramo de fuerza que tenía sólo para levantarme. Me llevó años deshacer el daño que me hiciste. Tardé años en dejar de oír tu voz en mi cabeza, en dejar de ver tu cara sonriente detrás de mí, cada vez que me miro al espejo; en dejar de ver a la persona que querías que viera y, en su lugar, verme como realmente soy.

Porque no soy débil. No soy demasiado ni soy demasiado poco. Me niego a ceder a tus palabras una vez más. Me niego a que me sigas magullando. Porque, por fin, sé quién eres y sé quién soy. No eres más que un hombre inseguro que necesita abusos para sentirse importante. Y yo soy una guerrera infernal con su propia historia de supervivencia. Y qué historia tan feroz es esa.