Te despiertas cada mañana, intentando con todas tus fuerzas no pensar en ella. Ella es el primer maldito pensamiento con el que empiezas el día.
Y te sigue la pista todo el tiempo. No puedes deshacerte de ella. Tu esfuerzo por borrarla de tu corazón es en vano. Ella sigue en tu corazón, en tus venas. Y por eso odias despertar de tus sueños y enfrentarte a la cruda realidad. Ya no la tienes.
Aunque fuera la mejor persona de tu vida, la dejaste ir. Odias seguir queriéndola y, sobre todo, odias que ya no le importes. Odias tantas cosas pero sobre todo, odias no haberla superado en este par de meses.
Ella no fue tu elección, y me temo que no serás la suya si alguna vez tiene la oportunidad de decidir.
Los dos podríais haberlo tenido todo, pero el problema era que queríais las mismas cosas en momentos distintos. Vuestros horarios de vida nunca coincidían y por eso no podíais funcionar. No querías hacer un esfuerzo extra para hacerla feliz aunque ella hiciera todo lo posible para hacerte el hombre más feliz del mundo. Fuiste egoísta. Fuiste un cobarde y ahora pagas un alto precio por tus actos.
La dejaste aunque fuera el único punto de luz en tu vida. Perdiste la emoción de cada momento con ella y esas grandes ganas de vivir que te transfería. Perdiste a una persona que te empujaba hacia arriba cuando la vida te daba bofetadas. Una y otra vez. Perdiste la seguridad que te proporcionaba tu relación con ella.
Su gran corazón y su amor incondicional es algo que no puedes encontrar en otras chicas. Has perdido el calor, el amor, el apoyo y la fuerza que compartía contigo cada día. Perdiste a una chica que quería estar ahí en las buenas y en las malas, la que se pegaba a ti en tus momentos de dolor. Y lo único que quería era un poco de amor y respeto.
Nunca volverás a tocarla. Nunca te mirará con esa mirada de cachorrito y se sentará a tus pies mientras te cuenta un chiste divertidísimo. Nunca volverás a ver esa belleza que entraba en tu vida cada vez que la veías. Has perdido a una mujer a la que amar. A la que valió la pena esperar. La que te hizo sentir orgulloso con sus actos.
Nunca podrás explorar el mundo a través de sus brillantes ojos de cristal. Perdiste su increíble pero oculta forma de amarte bajo tu piel. Perdiste las alas que sólo ella puede darte y la capacidad de ser tú mismo sin censura. Nunca se preocupará tanto por ti. Nunca te contará chistes en la cama mientras el resto del mundo duerme.
Nunca volverá a poner una sonrisa en tu cara y, sobre todo, nunca dejará que te acerques a ella. Porque le han hecho daño. Y duele como el infierno ser abandonado cuando estabas viviendo para tu pareja todo el tiempo. Eso es algo que nunca te perdonará.
La dejaste aunque fuera la única que te entendía, la única que aguantaba tus gilipolleces, y aunque le dijeras que se fuera, siempre volvía. Ya no eres su dueño y nunca lo serás. Ella empezó a pensar con sentido común y se dio cuenta de que eres un imbécil que no puede amarla.
Aunque siempre estuviera ahí para ti, no estabas allí para ella. Y estaba harta de llorar todos los días.
Si alguna vez te preguntas si se olvidó de ti, te diré la verdad: no lo hizo. Simplemente se dio cuenta de que no hay nada por lo que llorar. No podía perderte porque nunca te tuvo.
Pero lo cierto es que te echa de menos. A altas horas de la noche, cuando está totalmente sola y cuando toda la carga de su vida se le viene al pecho, piensa en ti.
Véase también: Duele como el infierno, pero no quiero que vuelvas
Y cada vez repite la misma frase: "¡Querida, algún día alguien te dará las gracias por dejarme ir!"