¿Sabes que a veces no puedes explicar por qué sientes algo por alguien y a veces acabas preguntándote por qué las cosas acabaron como acabaron?
A veces nos quejamos de la injusticia que Dios cometió con nosotros, sólo para descubrir que no era injusticia.
Era Dios dándonos exactamente lo que necesitábamos. El problema es que no somos capaces de verlo porque estamos cegados por el dolor de no conseguir lo que queríamos.
A mí también me pasó. Durante mucho tiempo, me cegó la rabia de tener que perderte y perdí el sentido de haberte tenido en mi vida.
Simplemente no podía aceptar el hecho de haberte conocido, de haber conectado contigo incluso cuando sólo éramos extraños el uno para el otro y de haberme encariñado, sólo para perderte después de todo eso.
Quería quedarme contigo, planear mi futuro contigo, y En realidad quería que para quedarse.
Pero nunca te enviaron a mi camino para que te quedaras, sólo entraste en mi vida para darme una lección y, una vez hecho tu trabajo, marcharte.
Hubo una razón por la que Dios movió mi corazón hacia ti y hubo una razón por la que me encariñé más contigo que con cualquier otra persona en mi vida.
Cuando miro atrás, veo que desempeñaste un papel importante en mi vida, pero tuviste que estar en ella sólo temporalmente para poder cumplir con tu deber de mostrarme una forma de vida diferente y luego liberarme.
Lo curioso es que llegaste a mi vida en el momento justo. Eras exactamente lo que necesitaba en ese momento.
Me ayudaste a obtener muchas respuestas y sacaste lo mejor de mí.
Me ayudaste a salir de mi oscuridad y por eso te estaré eternamente agradecida, igual que le estaré agradecida a Dios por haberte enviado a mi camino.
Cometí un error cuando intenté convertirte en mi persona para siempre, cuando ese nunca fue tu papel. No estabas destinada a quedarte para siempre porque eras mi persona temporal.
Te enviaron a mi camino para que me hicieras una mejor persona para los que están destinados a quedarse para siempre y luego tuviste que irte con otra persona.
El problema es que me frustré cuando te fuiste porque era incapaz de dejarte marchar.
No podía entender por qué Dios se llevaría algo tan hermoso, alguien que me ayudó a sanar.
Pero entonces me acordé de lo que me enseñaste y empecé a ver las cosas que me pasaban desde otra perspectiva.
Entonces todo cobró sentido. Quizá si te hubieras quedado más tiempo del que debías, tu belleza se habría desvanecido, tu amor habría muerto y tal vez no podrías ser tan inspiradora como antes.
Quizá lo que teníamos se hubiera convertido en una carga.
Encontré fe en el consuelo de que nuestra historia es mejor dejarla como está. Quizá si hubiera conseguido cambiarla, no podría tener un final feliz.
Eras un ángel enviado para enseñarme una lección, ayudarme a sanar y luego irte volando.
Me enseñaste a sueltacómo desprenderte y darte cuenta de que tu parte en mi historia ha terminado.
Gracias a ti, encontré la fe en que la próxima persona a la que Dios me acerque es exactamente quien necesito en mi vida.
Por fin estoy de acuerdo con perderte porque ahora sé que estoy preparado para el día en que conozca a una persona que realmente esté destinada a quedarse para siempre.
Sé que soy capaz de reconocer a esta persona a la legua porque, gracias a ti, por fin soy capaz de entender la diferencia entre alguien que me toca la mano y alguien que me toca el alma.