Sé que todas las chicas que lean esta historia conectarán con ella de alguna manera.
¿Cómo puedo estar tan seguro?
Bueno... Todo empezó cuando estaba en el instituto. Me enamoré del chico más popular de allí, duh. Esto ya empieza a sonar a película romántica pero os juro que no fue nada de eso.
De alguna manera llamé su atención y empezamos a salir. Estaba locamente enamorada de él. Él fue mi primer todo.
Creía que no había nadie que pudiera sustituirle y supongo que tenía razón. Y sí, estoy seguro porque más tarde en la vida, traté de reemplazarlo y nunca funcionó.
¿Qué pasó después?
Honestamente, no puedo estar completamente segura de qué fue lo que nos separó. ¿Nos distanciamos? ¿Queríamos explorar a otras personas, otras opciones en la vida?
Obviamente, pensábamos que el amor y la vida eran algo más de lo que teníamos el uno con el otro y ambos seguimos buscando nuestro destino.
Años después, la encontramos, de nuevo en los brazos del otro.
No puedo decir que pasé todos esos años separados dándole vueltas a nuestra relación pasada. ¿Le eché de menos? Claro que sí.
De alguna manera, me hice a la idea de que el tiempo que pasé con él siempre sería un bonito recuerdo, pero que nunca estuvimos destinados a nada más.
Siempre que pensaba en él, pensaba que había sido una parte maravillosa de mis años de adolescencia y debo admitir que a veces imaginaba que seguíamos juntos.
Aun así, creía que nuestra relación era tan increíble porque éramos jóvenes, despreocupados y libres, y que tenía muy poco que ver con lo compatibles que fuéramos.
A veces me imaginaba cómo sería nuestra relación en el mundo real y adulto.
Nunca pude pensar en nada que nos impidiera ser la pareja perfecta, pero seguía enterrando esos pensamientos, pensando en lo infantil que estaba siendo.
Ya ni siquiera sabía quién era. En ese momento, hacía años que no nos veíamos y ni siquiera estaba segura de si le reconocería si le viera.
Seguí con mi vida, buscando amor verdadero.
Hubo algunos hombres que me hicieron sentir que podrían ser la elección perfecta para mí, pero de alguna manera nunca fueron suficientes.
Me faltaba algo y nunca supe qué era, pero esa sensación de vacío me acompañó en todas mis relaciones.
¿Alguna vez pensé que era mi amor por él lo que me hacía sentir así? No, porque nunca lo pensé así.
Ahora sé que siempre formó parte de mi corazón y de mi alma, pero en aquel momento lo ignoraba por completo.
Sé que a los románticos les gustaría oír que cuando nos conocimos fue todo arco iris, mariposas y fuegos artificiales, y siento decepcionarles, pero no fue así.
La primera vez que nos vimos después de muchos años, simplemente nos alegramos de reencontrarnos y hablar un rato.
No pasó nada increíble. No caí en sus brazos diciéndole que era el amor de mi vida ni nada parecido.
Quedamos en volver a vernos. Recuerdo que esa misma noche me sentí en paz. Era como si todo empezara a recomponerse.
Aun así, no reconocí lo que estaba pasando hasta mucho, mucho después.
Poco a poco empezamos a salir de nuevo y, ¿adivina qué? Acabamos casándonos y teniendo una hermosa familia.
Siempre que nos han preguntado cómo nos conocimos, les he dicho que no fue nada especial, sólo dos novios de instituto que acabaron juntos.
Ahora, cuando pienso en ello, nuestra historia es especial.
Es la historia de dos almas que estaban destinadas a estar juntas y que encontraron el camino de vuelta la una a la otra.
Ahora sé que no hay nada más especial que te pueda pasar que tener la suerte de encuentra tu alma gemela.
Me gustaría pensar que los dos de alguna manera lo hicimos suceder, pero en realidad no fue así. Fue el destino.