¿Puedes ver lo mucho que me importan mis acciones? Sé que puedes. Lo hago tan obvio.
Siempre estoy ahí para ti. Siempre doy lo mejor de mí. Siempre voy más allá. Soy tu persona.
Siempre soy quien te anima en tus días malos. Soy quien cree en ti y te empuja a hacer más. Soy el que te envía un mensaje bonito para hacerte reír en el trabajo.
Yo soy el que entiende, el que se queda, el que se preocupa, el que te pone en primer lugar pase lo que pase.
¿Puedes decir lo mismo? ¿Puedes decir que tu amor es tan verdadero y tan visible en todo lo que haces que decir "te quiero" parece innecesario?
Déjame responderte... No, no puedes decir eso. Usted no ámame como es debido. No me amas como merezco. Y aún así, no me dejas ir.
Cada vez que pienso en irme, me acercas más. Te conviertes en todo lo que necesito en un instante.
Dices todas las cosas que deberías haber dicho hace mucho tiempo. Haces todas las cosas que te rogué que hicieras y nunca hiciste.
Durante un breve instante, todo es como soñé que debía ser nuestra relación. Pero ese momento pasa volando y volvemos a estar como al principio.
Una vez más dejas de fijarte en mí.
En esos momentos, siento como si alguien me hubiera despertado de un sueño cálido y mimoso a la frialdad de una pesadilla. Literalmente, tengo que pedirle que me abrace, que me bese, que se quede en la cama un ratito más.
Tengo que pedirte que hables conmigo. Que me cuentes cómo te ha ido el día.
Entonces me pongo a cotorrear sobre los míos porque nunca se te ocurriría preguntar. Una vez más soy todo solo en esta relación y esta soledad me está matando.
Una vez más no me contestas.
Una vez más, miro fijamente una pantalla en blanco, esperando recibir un mensaje de buenas noches, pero nunca llega, así que lloro hasta quedarme dormida. Los minutos parecen días y las horas meses cuando espero tu respuesta.
E incluso si no respondes, invento todo tipo de excusas para explicar por qué no pudiste. Me miento a mí misma diciéndome que te importo cuando me estás demostrando claramente que no es así.
Una vez más no tienes tiempo para mí.
A menos que te venga bien, a menos que sea conveniente pasarte a calentar mi cama. Todos nuestros planes se cancelan en el último minuto. Todas tus promesas se desvanecen en el aire.
A menudo tienes algo que hacer y alguien más importante a quien ver y yo siempre llego la última. No sabes lo insignificante y pequeña que me siento en esos momentos.
Mi mente divaga por todo tipo de escenarios, incluso los más difíciles de aceptar. Así que junto las manos y rezo para que no estés con otra mujer.
Rezo para que no me estés tomando el pelo. Rezo porque no conozco la verdad.
Contigo, nunca sé nada.
Una vez más me haces llorar.
Y cada vez que siento las lágrimas rodar por mi cara, me prometo que será la última vez.
Que no aguantaré más esto. Y cada vez que rompo esa promesa. Cada vez que me decepciono.
Cada vez elijo el amor que siento por ti por encima del amor que debería sentir por mí misma. Pero en algún momento, el amor propio perdió importancia. En algún lugar de esta caótica historia contigo, me perdí.
Te culpo por no dejarme marchar, pero yo también tengo parte de culpa, ya que me aferro con la misma fuerza.
Me importa tanto que la idea de que terminemos me destroza. Por eso sigo perdonando lo imperdonable.
Por eso sigo invitándote a mi vida. Por eso me quedo cuando sé que debería haberme ido hace mucho tiempo.
Pero creo que esta vez, tengo que pedirte que te hagas a un lado para que yo tenga la oportunidad de conocer a alguien que me quiera bien cuando tú claramente no puedes.