¡Lo admito! Te di todo el poder sobre mí, pensando que me amarías igual que yo a ti. Pensé que yo era todo lo que buscabas y que por fin... establecerse en mis brazos.
Pero estaba muy equivocada. ¿Y sabes qué era lo peor? En el fondo, tenía la extraña sensación de que no eras el hombre de mis sueños.
Sentí que estabas allí sólo por poco tiempo y que te irías cuando encontraras a alguien nuevo.
Pero en el mismo momento en que me abrazabas por la espalda y me olías el pelo, diciéndome que me querías, me olvidaba de todo lo que había estado pensando antes.
Me dije a mí misma que probablemente estaba sobreanalizando las cosas y que no debía pensar en las cosas malas. Quería ser feliz por fin, así que me dejé llevar por la corriente.
Así empezó nuestra historia y aunque yo era feliz, de vez en cuando hacías cosas que me molestaban. Y con los años, había tantas cosas que ya no podía aguantar más.
Porque cada vez que decía que me hacías daño, prometías que no lo harías más y decías que lo sentías. Y yo, totalmente ciega de amor, compré toda tu mierda.
Aguanté tu mierda durante mucho tiempo, pensando que cambiarías gracias a mí.
Pensé que sólo necesitabas más tiempo para ver lo increíble que era y que no tenías que buscar a nadie más porque yo era una mujer a la que amar.
Pero a pesar de que ansiaba tanto un cambio, no ocurrió nada. Seguía siendo la chica que estaba despierta toda la noche esperando a que llegaras a casa, sentada sola y mirando por la ventana.
Mis únicos amigos eran todas esas mañanas grises en las que esperaba sola y somnolienta.
Aún quería que me persiguieras, que me demostraras que era suficiente y digna y que me dijeras que eras el hombre más feliz del mundo porque me habías encontrado. Pero eso nunca ocurrió.
Con cada palabra que salía de tu boca, se hundían mis esperanzas de amor y de un futuro mejor. Y en un momento, me di cuenta de que esta historia se repetía una y otra vez y que ya nada tenía sentido.
Y tú fingías que todo iba bien y yo me quedaba preguntándome qué podría haber hecho mejor. Pero ahora, quiero decirte algo que he querido decirte todo este tiempo.
Fuiste tú quien echó a perder esta oportunidad, fuiste tú quien cometió un error y fuiste tú quien lo estropeó todo.
Yo no, como decías todo el tiempo. Sé que esto suena como una dura verdad saliendo de mi boca, pero es todo lo que quería decirte.
Sé que te gusta cuando las cosas salen como quieres y también sé que no te gusta la persona en la que me transformé. ¿Pero sabes qué? Esta es la mujer que hiciste.
Una mujer con muchas cicatrices y grietas en el corazón, pero que sigue en pie porque no dejó que un gilipollas la destruyera.
Por tu culpa soy así y no dejaré que me sigas engañando. Sólo lamento haber tardado tanto en dejarte ir, pero más vale tarde que nunca.
Ahora entiendo que no éramos la pareja perfecta y que yo siempre fui la que tenía mucha simpatía y amor por los demás mientras que tú eras la que se preocupaba sólo de tus necesidades.
Puede que simplemente no seas capaz de amar, puede que te hayan hecho daño antes y por eso levantes muros emocionales a tu alrededor, pero eso sigue sin ser razón suficiente para herir a otro ser humano, especialmente al que dices amar.
No quiero que pienses que me rompiste tanto que no seré capaz de levantarme de nuevo; no lo hiciste. Esta carta es sólo algo que quería escribir para mí.
Cuando lo lea, definitivamente estaré seguro de que hice lo correcto al dejarte ir. A veces es mejor cuando lees algo porque creerás más en un trozo de papel que en tu propia cabeza.
Sólo espero que algún día te des cuenta de lo que tuviste y de lo que perdiste. Y espero que te duela como me dolió a mí cada vez que me descuidaste.
No quiero que te duela más o menos, sino que sientas la misma dosis de dolor que sentí yo. Y créeme, será suficiente para romperte el corazón.
En ese momento, te darás cuenta de que has perdido lo mejor de tu vida y que me encontrarás en cada mujer que conozcas después de mí, pero ninguna tendrá la misma chispa en los ojos.
Con estas líneas, doy por terminada mi historia y me digo de una vez por todas que, de hecho, ya no me importas en absoluto.