Cuando alguien nos abandona, nos sentimos tan devastados que no vemos que en realidad nos hizo un favor. Nos dieron la oportunidad de vivir una vida mejor con el único hecho de que no forman parte de ella.
A veces nos acostumbramos tanto a que las cosas sean pésimas, malas e hirientes que todo se convierte en normal.
Permanecemos en una mala relación, soportamos un comportamiento intolerable, porque seguimos pensando que las cosas mejorarán.
Antes de que nos demos cuenta, los días, los meses e incluso los años pasan muy deprisa y nada cambia. Las cosas están incluso peor. Sin embargo, nos quedamos y luchamos.
Aunque signifique luchar por nuestra cuenta. Aunque signifique amar, dar, invertir por dos. Seguimos haciéndolo hasta que nos destruimos por completo.
Quizá no supimos alejarnos, pero afortunadamente ellos sí. Nos dejaron mientras aún había tiempo. Cuando aún podíamos encontrarnos a nosotros mismos.
Tuvimos la oportunidad de recrear nuestra vida. Porque lo único que hicieron fue retenernos. Su comportamiento indeciso, sus idas y venidas y sus migajas de cariño nos dejaron deseando todo lo que nunca tuvimos.
Siempre ansiábamos más. Más del amor, más de la vida y, lo más importante, más de nosotros mismos.
Ha llegado el momento de hacernos felices.
Estábamos privados de amor. Siempre estábamos solos, incluso cuando estaban ellos. Queríamos más atención, más calor, hombros fuertes y un oído atento.
Nunca pedimos demasiado, pero el problema era que seguíamos esperándolo de la persona equivocada. De una persona que no conocía el verdadero significado del compromiso.
No sabían devolver todo lo que recibían. Su naturaleza egoísta les hacía tomar y tomar y tomar hasta que no les quedaba nada.
No perdimos nada por su ausencia, sino que salimos ganando.
Ahora nuestra vida es más tranquila. Ya no tenemos que vivir en esa montaña rusa emocional.
Nuestros sentimientos no tienen por qué fluctuar arriba y abajo y depender del comportamiento de alguien que los da por descontados.
No tenemos que escuchar mentiras y preguntarnos si hay algo de verdad en ellas. No tenemos que soportar juegos mentales y negligencia emocional.
No miramos el teléfono, esperando esa respuesta que debería haber llegado hace horas. No tenemos que pedirle a nadie que encuentre un momento o dos para estar con nosotros. Ya no tenemos que esperar.
Esperamos a que las cosas mejoraran, a que él cambiara, a que nos tratara como merecíamos, a estar preparados para esto y aquello y todo se redujo a esperar. Vivir para lo que podría ser en lugar de vivir para el ahora.
Estábamos enjaulados por toda esa espera y ahora somos libres. Libres por fin para vivir nuestra vida como queramos.
Vivir el presente y no avanzar hacia el futuro, cuando las cosas puedan mejorar en nuestra relación.
Las cosas están mejorando en este instante porque así lo hemos decidido. Esta vez elegimos amarnos primero a nosotros mismos.
Elegimos ver todo lo positivo que ha salido de todo este lío.
Decidimos ver el final de esa relación de mierda como lo mejor que nos podía haber pasado.
Elegimos ver a nuestro ex como alguien que tuvo un papel temporal en nuestra vida. El papel de un maestro que nos enseñó lo que no queremos y no necesitamos en la vida.