Me dijiste que era difícil de querer, que era incapaz de sentir nada, que era un puto muro frío y sin emociones.
Me mentiste y me convenciste de que merecías más y aun así nunca me diste nada a cambio.
Le diste la vuelta al pasado, convenciéndome de que hice cosas que nunca haría. Tomaste mis palabras y les diste el significado que te convenía.
Vivir así era una tortura, era un infierno del que rezaba por salir, cada minuto de cada día.
Y aún tuviste el descaro de culparme de todo. Aún te hacías la víctima y llorabas desesperada por no merecer mi amor incompleto.
No dejabas de empujarme hacia abajo para darte una excusa para tu penoso comportamiento, para tus abusos.
Elegiste menospreciarme cada vez que cometías un error porque eso siempre fue más fácil que admitir que tú tampoco eras perfecta, como no lo somos ninguno de nosotros.
Eras demasiado cobarde para aceptarlo. Es imposible que una perfección como tú pueda cometer un error.
Siempre es culpa de otro y en nuestra relación, siempre fui yo.
Pero sé que me envidiabas. Estabas celoso de todo lo que hacía, especialmente de las cosas que yo hacía mejor.
Por eso me hacías sentir mal conmigo misma, como si no fuera lo bastante buena, ni lo fuera a ser nunca.
Aprovechaste cualquier oportunidad para intentar derribarme porque no podías aceptar el hecho de que yo era mejor que tú.
Por desgracia para ti, veías nuestra relación como una competición y lo que es aún más triste es que estabas perdiendo y no podías soportarlo, así que te aseguraste de que yo pagara el precio de mi "éxito".
Lo más triste de todo es que nunca fue una competición, sino que tu lamentable y narcisista culo no podía darse cuenta de que eras simplemente incapaz porque estás enamorado de ti mismo y nunca podrías amar a nadie más, ni siquiera cerca de cómo te amas a ti mismo.
Siempre me culpabas de todos tus fracasos. Me llamabas incapaz, estúpida. Ni siquiera recuerdo todas las palabras desagradables que me dijiste porque me obligué a olvidar.
Pero recuerdo lo fuerte que me gritaste, recuerdo que me encerré en mí misma y recé para que todo aquello parara ya.
Ahora sé que no fue culpa mía. Nunca podría haber sido culpable de tu incapacidad para controlarte, para contenerte y no hacer daño a los demás.
Lo disfrutaste y te dio un sentido de propósito. Pensabas que importabas, que eras grande.
Cada vez que había un problema, no conseguía complacerte. Me esforcé mucho por hacerte feliz. Seguí las reglas, tus reglas, y di lo mejor de mí, pero ni siquiera así fue suficiente.
Siempre querías más. Eso me hizo hundirme más y más en la desesperación y la depresión.
No importaba lo que hiciera, no podía satisfacerte. Siempre estaba un paso por detrás.
Es como perseguir algo que está justo delante de ti y lo ves pero sabes que nunca lo atraparás y que todos tus esfuerzos carecen de sentido.
Empecé a odiarme porque nada de lo que hacía era lo bastante bueno y, por el camino, me di cuenta de que nada sería lo bastante bueno para ti.
Pensaba que era yo, que yo era el problema, así que empecé a odiarme porque creía que era incapaz de amar.
Cuando empezamos a pelearnos, supe que lo mejor que podía hacer era dejar que lo expusieras todo delante de mí sin decir una palabra.
Sabía que era más fácil callar y asentir, haciéndote creer que tenías razón. No tenía sentido discutir contigo porque siempre tenías que ganar y yo no tenía ninguna posibilidad desde el principio.
Querías manipular y control y lo conseguiste. Me hiciste creer que estaba loca porque de la nada le dabas la vuelta a la tortilla y fingías que lo sentías, sólo para hacerme sentir mal.
Cada vez que lo hacías, pensaba que había ganado la batalla, pero no era más que una táctica furtiva para hacerme sentir culpable y conseguir que las cosas se hicieran a tu manera. Al final, me sentía orgulloso de mí mismo.
Pero ese orgullo pronto se desvanecería cuando empecé a darme cuenta de que estaban jugando conmigo.
Entonces me odié aún más.
A veces incluso eras bueno y amable conmigo. Me hacías un favor o me sorprendías haciendo algo bonito que no me esperaba.
Lo que no sabía entonces es que toda tu amabilidad y buenos gestos eran calculados.
No sabía que desde el principio planeabas usarlos contra mí la próxima vez que necesitaras encontrar una forma de manipularme.
Las guardabas para los momentos en que se me pasaba la borrachera de tu tóxico entrada y me di cuenta de que tenía que empezar a hacer cosas por mí misma y que probablemente te dejaría si alguna vez quería ser feliz.
Entonces me atacabas con todo lo que tenías, asegurándote de que nunca me fuera.
Tus celos se volvieron insoportables. Me prohibiste salir con mis amigos, intentaste separarme de mi familia porque tenías miedo de que conociera a alguien que me tratara mejor que tú, alguien que me tratara como me merecía.
Me arrancaste del mundo porque tenías miedo, pero no tenías miedo por la posibilidad de perderme, sino por la perspectiva de perder el poder que tenías sobre mí.
Tenías miedo porque sabías que yo era una buena persona, así que hablabas a mis espaldas, me destrozabas cada vez que podías.
Sabías que podías despertar lo peor de mí, por eso te esforzaste tanto en provocarme y dar vida a la rabia y la ira que sentí después de que me manipularas.
Y querías que los demás vieran ese lado de mí. Querías manipularlos para que pensaran que tú eras la víctima y yo la abusador.
Querías hacerme sentir sola y no deseada. Querías hacerme sentir que no tenía otra opción que quedarme contigo para siempre.
Fingías que me cuidabas, pero en realidad utilizabas mis inseguridades contra mí. Te divertías alimentándome con insultos seguidos de expresión de preocupación, para no quedar mal.
Sabías protegerte de acusaciones por mi parte porque cada insulto tuyo terminaba en un tono de "sólo quiero lo mejor para ti".
Cruzaste la línea un par de veces y luego mentiste diciendo que cambiarías, que lo sentías porque sabías que me iría.
Las cosas entre nosotros serían perfectas durante un par de días y en cuanto vieras que me había hecho ilusiones y que había recuperado la fe en nuestro amor, volverías a ser el mismo de siempre, un D-bag narcisista.
Me atrapaste en tu red y me hiciste creer que te necesitaba cuando era al revés. La verdad es que me necesitabas y yo me odiaba por haberme dado cuenta demasiado tarde.
El odio y la aversión que sentía por mí misma me llevaron al lugar en el que estoy hoy. Al tratarme como una mierda, me enseñaste cómo no debo tratarme a mí mismo ni a nadie.
Me hiciste sentir cosas que no quiero que nadie sienta nunca. Me hiciste mejor persona. Así que después de todo este tiempo y después de todo el dolor que me causaste, tengo que darte las gracias.
Leer esto, era como leer mi relación, ya que tiende a jugar a cabo, cada situación, escenario, y el día a día living.... ¿hay algún amor real real que se tenía aquí? Bc creo i5 vivir él como él me hace..... pero siempre estoy miserable y odiando la vida. Siempre sólo quiero estar solo más, que no es como yo al máximo ...
Ayuda, idk...