¿Alguna vez le han preguntado si cree en almas gemelas y pensé que era una pregunta tonta?
Todo eso de ser el uno para el otro parece cursi y poco realista. Nunca me lo había planteado seriamente porque, sinceramente, no creía que existiera algo así.
No fue hasta que algo transformó profundamente mi vida y me hizo abrir los ojos a la posibilidad.
Como seres humanos, a menudo no vemos más allá del futuro inmediato. A veces nos desesperamos por cosas que en realidad nos ayudarán en el futuro, aunque en ese momento no lo sepamos.
Eso es lo que nos pasó a él y a mí.
Cuando rompimos, pensé que me había despedido de él para siempre. Sentí pena, como si alguien me arrancara algo valioso del alma y huyera con ello.
Él era todo lo que yo quería. Lo supe la primera vez que sus ojos se cruzaron con los míos.
Nunca en mi vida había sentido tanta conexión con otra persona. Era como si un relámpago cayera sobre mi corazón cada vez que me miraba.
Justo después, supe que yo era completamente suya y él era mío, aunque no pudiera explicarlo.
Con él, por fin sentía que todo estaba en su sitio, especialmente mi corazón. Él era mi refugio seguro, la persona a la que más adoraba.
Precisamente por eso mi alma se hizo pedazos cuando nos separamos la primera vez.
Pasé muchas noches en vela deseando no haberlo conocido porque no podía soportar el dolor. Comenzaba a llorar ante el menor detonante y rogaba a Dios que detuviera lo que me estaba ocurriendo.
Hubo momentos en los que pensé que nunca lo lograría, pero de algún modo sobreviví.
Lo que más me sorprendió es que, después de todo lo ocurrido, seguía sabiendo que le quería profundamente.
A pesar de todas las veces que me hacía sentir insegura o actuaba de forma egoísta, sabía que nunca había querido hacerme daño intencionadamente.
Eso fue lo que mantuvo su recuerdo a salvo en mi corazón. Sabía que me quería como yo le quería a él.
Sabía que pensaba en mí a menudo, aunque no podía explicar por qué.
Pasaron los años y yo seguía sintiendo el afecto en mi corazón, pero nunca hablaba de ello.
Me hizo pensar que lo había superado. Resultó que estaba muy equivocada.
En cuanto me tendió la mano, mi corazón empezó a latir más rápido que nunca. Me mareé al instante y no pude controlarme.
Al principio, no sabía qué hacer. Empecé a darle vueltas y estaba decidida a no contestarle, pero algo en mí me empujaba a hacerlo.
Me atreví y le llamé. En cuanto oí su voz, se me derritió el corazón. Todos los sentimientos reprimidos inundaron instantáneamente mi corazón.
En ese momento supe que seguía enamorada de él. Supe que era el hombre con el que quería pasar mi vida.
Sabía que estaba dispuesto a dale otra oportunidad. Parecía que había madurado mucho desde la última vez que nos vimos y eso me hizo sentir feliz.
Pude conocerle y enamorarme de él de nuevo. Era la misma persona, pero esta vez sabía enfrentarse a sus demonios por sí mismo.
Por fin me sentía en casa. Como si la búsqueda hubiera terminado.
Fue entonces cuando me di cuenta de que creo que algunas personas están hechas el uno para el otro. Somos un ejemplo vivo.
El amor no conoce reglas, simplemente sucede y no puedes controlarlo.
Lo único que puedes hacer es ser honesto con tus sentimientos y desprenderte de los miedos que te frenan.
A veces el amor consiste en perdonar, en una segunda oportunidad. Todo depende de lo que sientas y sepas en tu corazón.
Algo que parecía una maldición acabó siendo lo mejor de mi vida y por eso estoy agradecido.
Si no hubiera experimentado el dolor, nunca habría sabido lo mucho que significa para mí.
Por eso aprendí a no tener nunca miedo al dolor, sino a confiar en que el amor verdadero siempre encontrará el camino de vuelta a ti.