Oye, tú...
¿Te puedes creer que haya llegado este día? ¿Puedes creer que realmente todos somos adultos y que estás a punto de empezar una nueva etapa de tu vida?
Quizá yo tampoco quiera creerlo.
Tal vez sea un poco egoísta, a pesar de toda la emoción que siento por ti. Quizá estoy un poco celoso de tu futuro marido, porque ahora se está convirtiendo en tu persona.
O tal vez me ahuyenta la idea de que nos hacemos mayores y que deberíamos ser más sabios.
Que ya no somos niñas cuyos problemas pueden arreglarse con un par de fiestas de pijamas, unas cuantas películas de chicas, algo de vino, comida basura y una tarrina de helado.
La verdad es que no me puedo creer que haya pasado tanto tiempo.
No puedo creer que lo hayamos conseguido, que hayamos logrado mantener intacta nuestra amistad durante todos estos años, a pesar de todos los retos, a pesar de nuestras diferencias, a pesar de nuestras ajetreadas vidas, a pesar de la distancia y a pesar de otras personas en nuestras vidas.
Pero aquí estamos, ¿no? Aquí estamos, demostrando al mundo y a nosotros mismos que lo hemos conseguido y que nuestro vínculo irrompible es realmente para toda la vida.
Sabes, es como si fuera ayer cuando te vi por primera vez: un perdido, chica tímida entrando en nuestra clase, preguntándose si será aceptada.
Como si fuera ayer cuando nos ayudamos en nuestras primeras citas, cuando nos secamos las lágrimas mutuamente tras nuestras primeras decepciones, cuando nos graduamos juntos...
Parece que fue ayer cuando supe que entraste en mi corazón, sin ninguna intención de irte. Y obviamente, también fue al revés.
Mirando las cosas desde este punto de vista, veo que realmente pasamos juntos por todos los hitos de la vida.
Todos nuestros novios, rupturas, reconciliaciones, primeros trabajos, primeros apartamentos, emergencias familiares...
Estábamos juntos en todo. Y eso hizo que este viaje llamado vida fuera muchísimo más fácil.
Durante todos estos años, fuiste mi compañera de vida, mi otra mitad y la hermana que nunca tuve.
Hubo momentos en los que fuiste mi madre, mi terapeuta, mi novio, mi consejero... y eso es algo que siempre apreciaré.
Siempre te apreciaré y nunca podré agradecer lo suficiente a Dios por ponerte en mi camino porque sin duda, eres una de las personas más preciosas de mi vida.
Sin embargo, basta de hablar del pasado. Sí, hemos tenido momentos y años increíbles y otros no tanto, pero hemos pasado por cada uno de ellos juntos y eso es lo único que cuenta.
No estoy aquí para hablar de eso. Estoy aquí para hablar del hermoso futuro que estoy seguro te espera. Para hablar de la felicidad que experimentarás porque eres alguien que se la merece.
Aquí estamos, en la cima de nuestra amistad. Aquí estamos, en el día más feliz de tu vida, cogidos de la mano. Aquí estamos, celebrando el día de tu boda.
Estas son las únicas cosas que voy a desearte hoy: que tengas una vida feliz, que pases el resto de la eternidad al lado de tu ser querido y que todos tus sueños se hagan realidad.
Suena cursi, ¿verdad? Pero le pido a Dios que te haga la mujer más feliz del mundo....
Rezo para que siempre ames y seas amada, respetes y seas respetada, aprecies y seas apreciada. Que seas una esposa y una madre increíble y que tu matrimonio esté lleno de alegría y risas.
Más que nada, rezo para que nunca pierdas tu impresionante yo. Para que siempre sigas siendo la mujer fuerte, poderosa y malvada que eres hoy.
Por lo menos, te prometo que siempre podrás contar conmigo para lo que necesites, como he hecho hasta ahora. Cuando se trata de nosotros dos, nada cambiará jamás.
Puedes convertirte en quien quieras ser, pero siempre seguirás siendo mi BFF - No tengo ninguna duda al respecto. Al fin y al cabo, nuestra amistad no pierde nada, sólo gana un nuevo tercer miembro.