Nunca creí ques podría pasarme a mí. Nunca me atreví a esperar que volvería a estar completa, que volvería a encontrar la forma de amar. ¿Cómo se ama cuando se tiene el corazón roto?
¿Cómo dejas entrar a alguien, después de que la persona que se suponía que debía mantenerte a salvo fuera la persona que te destruyó? ¿Cómo creer cuando toda tu fe ha desaparecido?
Pero tú... Ni en mis sueños más salvajes me atreví a esperar conocer a alguien como tú.
Viste mis defectos, pero los besaste de todos modos. Viste mis cicatrices. Intenté ocultarlas. Intenté ocultar que estoy rota. Intenté ocultar que no era fuerte. Pero tú las besaste, esas marcas.
Los de mis muslos y los de mis brazos. Besaste cada trazo que una vez hice, cada línea blanca que tallé en mi cuerpo. Las besaste y las hiciste perfectas. Te encantaban y a mí también.
Me hiciste enfrentarme a mis miedos. Contigo, era tan fácil. Enfrentarme a mi pasado, a mis recuerdos. Estabas ahí, en cada paso del camino. Estabas allí esperando para recogerme cuando el dolor de los recuerdos me sacó de mis casillas.
Estabas ahí esperando para atraparme cuando di un salto de fe y decidí darle una oportunidad al amor. Estabas ahí la primera vez que decidí mirarme al espejo, desnuda.
Para mirar mi cuerpo, para mirar todas las cicatrices, para mirar todas las pequeñas cosas que odiaba. Estabas ahí, amando la vista cuando yo quería esconderme y llorar. Estabas allí para mostrarme la mujer que ves, la mujer de la que te enamoraste. Y de algún modo, yo también la vi.
Viste mi valía, cuando creí que la había perdido. Viste la pasión en mis ojos, la fuerza de mi mente y la belleza de mi alma. Cuando creí que no tenía nada que ofrecer, me demostraste lo contrario.
Cuando creía que no merecía tu amor, me aseguraste que era al revés. Cuando creía que nunca tendría una segunda oportunidad de ser feliz, me pusiste una sonrisa en la cara tan fácilmente.
Me mostraste que soy mucho más que mi alma magullada y mi corazón roto.
Amaste mi quebrantamiento e hiciste que yo también lo amara. Ni una sola vez me abandonaste. Cuando me ahogaba en recuerdos del pasado, me rescataste.
Cuando huía de tu amor, esperaste pacientemente a que volviera. Cuando te alejaba, me acercabas.
De alguna manera, tu amor fue el pegamento que unió todas mis piezas. Tu amor fue la fuerza que necesitaba, pero que perdí por el camino. Y gracias por amarme cuando no podía amarme a mí misma.
Gracias por ver más allá de mis miedos, más allá de mis muros y más allá de mi dolor. Gracias por creer en mí, cuando nadie más lo hacía.
Llegué a ti hecho pedazos y tú me hiciste entero. Llegué a ti rota, magullada y distante. Llegué a ti con miedo al amor, a la vida y a mi pasado. Llegué a ti odiándome a mí misma y a mis decisiones pasadas. Pero me hiciste ver que mi pasado no me define.
Que nunca fue culpa mía decidir amar a una persona tóxica. Que nunca fue culpa mía creer en el amor. Porque hay personas que merecen nuestro amor; hay personas que merecen nuestra confianza.
Todavía hay personas que se convertirán en nuestra persona para siempre y nos preguntaremos cómo pudimos creer que la esperanza se había acabado. Llegué a ti hecha pedazos y tú me hiciste entera. Tu amor. Tus besos. Tus abrazos. A ti.