¿Cuánto durarías en una relación abusiva? ¿Serías capaz de irte la primera vez que pasara algo, aunque estuvieras dejando a un hombre al que amabas? ¿Podrías aprender a mantener la boca cerrada porque sientes que tienes que hacerlo? Mantenerla dentro y callar. He lidiado con las palabras crueles y odiosas de un hombre. Las palabras que te hacen sentir tan a dos velas que te repliegas sobre ti misma.
Me perdíperdí quién era. Había estado con mi marido desde que tenía 16 años. Había tenido citas, pero eso era todo. Creía en el amor ANTIGUO, ese en el que encuentras a alguien y te entregas a esa persona: tu otra mitad. Quería el amor para siempre, pero eso no fue lo que conseguí. Conseguí algo mucho peor.
Cuando mi marido apareció en mi vida, había conseguido un empleo en el mismo lugar donde yo trabajaba. En ese momento, me enamoré. Sentía que podía contarle cualquier cosa y él lo entendía y siempre estaba ahí para mí. Tenía 16 años y pensaba que había encontrado al amor de mi vida. Como cualquier pareja joven, teníamos discusiones tontas y rompíamos un día sí y otro también, pero siempre volvíamos el uno al otro.
Era un amor de juventud, estábamos unidos por la cadera y ambos éramos muy celosos en aquella época, ya que íbamos a colegios diferentes y sólo nos veíamos en el almuerzo. De algún modo, nuestra relación sobrevivió al instituto y yo también terminé la escuela de belleza. Acordamos que, cuando acabara la escuela, nos compraríamos una casa. Yo tenía entonces unos 19 años.
Poco después de tener nuestra propia casa se volvió mental y físicamente abusivo. Quería ser fuerte, así que al principio, cuando discutíamos, siempre me defendía. Al final eso no le gustó. Ya me insultaba y me llamaba cosas horribles, y yo a él, pero el primer día que me pegó no lo toleré.
Me defendí y me defendí, y eso me hizo chocar contra paredes, puertas y salir despedida de la cama. Seguí luchando, incluso cuando quería rendirme. Quería ser esa mujer fuerte que no se rendía. Simplemente no entendía por qué o cómo podía hacerme daño cuando se suponía que me quería. El maltrato no es amor.
Tengo todos los lo-siento-nunca-volverá-a-suceder mentiras y le creí. Decidí quedarme con él. Poco después nos prometimos y decidimos casarnos tres meses más tarde. Lo único que me importaba era mi vestido y casarme con él, ya que las cosas habían mejorado. Estaba preparada hasta que dejé de estarlo.
Mientras planeaba la boda, empezaron de nuevo los malos tratos, y eran mucho peores que antes. Decidí que quería cancelar la boda porque no iba a ser una esposa maltratada, aunque ya me sentía como tal. Fui a hablar con mi marido para decirle que había terminado. Él no se lo tomó bien; me insultó y me tiró un poco y me dijo que si cancelaba la boda dejaría de ayudarme con nuestra casa que mi madre había avalado. Esto haría que todo cayera sobre sus hombros si yo no era capaz de cubrir todo por mi cuenta de nuevo.
Era joven y tonta y sentía que era adulta y que debía ser capaz de afrontar mis propios problemas. No quería que nadie supiera lo que estaba pasando. Debería habérselo contado a mi madre. Mentía y me tapaba los moratones cuando sabía que ella me habría ayudado. Aun así, no iba a dejar que mi madre cargara con la culpa de lo que yo creía que eran mis malas decisiones en aquel momento. I lo amaba tanto que estaba cegada por él y estúpidamente le creí cada vez que se disculpaba, y me casé con él. En ese momento no sabía que iba a arruinar mi vida y que pasaría por un infierno durante años.
Quería creer que la gente podía cambiar, que él cambiaría. Me aferraba a esa pequeña esperanza de que podría cambiar y que estaríamos bien porque le quería y tenía estabilidad con él. Tenía miedo de dejarle. De estar sola. De sentirme sola.
Mi visión estaba nublada. Quería el matrimonio, los hijos y la carrera. Lo quería todo, pero poco a poco todas mis esperanzas y sueños se iban por la ventana porque ya no me importaban. Estaba llegando al punto de rendirme. Cuando alguien te destroza durante tanto tiempo, una gran parte de ti empieza a creer los nombres que te dicen. Él me decía que nadie me querría, y yo le creía y nunca me fui. Soporté el dolor y el maltrato por mis propios miedos.
Hace poco dejé a mi maltratador a los 30 años. Puede que me haya llevado un tiempo, pero ahora sé que merezco más. Que valgo más. Sí, todavía tengo miedo de lo que pueda depararme el futuro, pero estoy emocionada por volver a encontrarme a mí misma. De volver a ser feliz.
Puede que no quiera una relación ahora mismo, pero sé hay un hombre ahí fuera para mí que me trate como debería haber sido tratada todo el tiempo. Alguien que me valore y me demuestre que soy algo especial. Nunca pierdas la esperanza porque las cosas suelen cambiar, aunque no sea de la noche a la mañana. Puedes tener la vida que quieres y seguir adelante. El maltrato no es amor.
por Darby Genco