No dejaba de preguntarse: ¿Y si todo se tuerce? ¿Y si le rompe el corazón? ¿Y si lo estropea todo? ¿Sobrevivirá ella? Cuando se conocieron, se preguntaba muchas cosas. La vida le enseñó a no fiarse sólo de una cara bonita o de palabras halagadoras.
Pero había algo dentro de él, a la vez diabólico y angelical, algo tan fuerte que la mantenía enganchada a él. Ignoró su intuición porque pensó que sólo era miedo y se arriesgó con él. Y por mucho que roto ella, lo volvería a hacer.
No, no volvería con él. Pero se dio cuenta de que no estaba dispuesta a pasar su vida llena de remordimientos. Todos esos momentos con él fueron los mejores y los peores que había vivido. Eran lo más parecido al cielo, pero también eran el mismísimo infierno cuando todo se iba al garete.
Cuando lo conoció, volvió a sentirse viva por primera vez en mucho tiempo. Esa sensación de estar enamorada la hacía estar radiante. Se podían ver destellos de alegría en sus ojos. Él lo hacía todo bien. Le dedicaba toda su atención. Ella disfrutaba de los pequeños detalles, como los mensajes de buenos días y los besos de buenas noches. Se desvivía por demostrarle lo mucho que significaba para él.
Era alguien con quien podía divertirse y reír, pero también con quien podía mantener conversaciones serias, sobre cualquier tema, durante horas. Sentía que era alguien en quien podía apoyarse. Por fin, alguien en quien podía confiar. Pero no podía estar más equivocada, era sólo una máscara que él llevaba para conquistarla.
Parecía que lo hacía todo a propósito, como si lo tuviera todo calculado y pensado. Era como un ángel hasta que la conquistó y hasta que se aseguró de que ella era toda suya pasara lo que pasara. Era casi como si su plan maestro fuera usar su amor contra ella.
Cuando supo con certeza que su amor era genuino, fue cuando el manipulaciones empezó. Ella apenas reconoció los síntomas porque él era muy hábil. Sabía qué decir y cómo decirlo. Cada vez que se enfadaba con él acababa disculpándose o hablando de algo completamente distinto. Tenía la capacidad de hilar cada historia para adaptarla a sus necesidades.
Estaba cegada por el amor que sentía por él. Él manipulaba su forma de ver las cosas. Pasaba días sin llamarle y volvía diciendo que era culpa suya, que debería haberse esforzado más. Cada vez que ella se quejaba de no verle tanto, él la llamaba pegajosa o demasiado necesitada. Por no mencionar que cada vez que ella tenía un mal día, él lo empeoraba llamándola demasiado sensible.
No tenía ni idea de lo que le había pasado a aquel hombre dulce, amable y comprensivo. El hombre que estaba a su lado le decía que la quería, pero la trataba como a una mierda la mayor parte del tiempo. La ignoraba, la hacía sentir inútil e irrelevante, y luego, cuando veía que ella ya estaba deprimida, entraba y salvaba el día; ese mismo día que él había arruinado antes, sin ayuda de nadie.
Sentía que su sueño perfecto se había convertido en la pesadilla más horrible de la que no sabía cómo despertar. Las cosas iban de mal en peor. Su comportamiento se volvió tan difícil de manejar que la insultaba y la menospreciaba cada vez que podía y ella se aferraba cada vez más a él, tratando de arreglar lo que no tenía arreglo.
La dejó un día, de la nada, y pasó a su siguiente víctima. Ella pensó que debía de estar engatusando a su nueva víctima como hizo con ella años antes. Lloró mucho mientras mantuvo la relación con él, pero lloró aún más cuando todo terminó, hasta el punto de que se le secaron las lágrimas y quedó entumecida.
Su marcha la destrozó, aunque la gente le decía que estaba mejor. Se había salvado de sus garras tóxicas. Debería dar gracias a Dios porque la había dejado en paz. Ella escuchaba y sabía que tenían razón, pero eso no hacía que el dolor fuera menor.
Pasó una mala racha durante un tiempo. Se sentía tan entumecida que no podía sentir todo lo bueno, toda la gente de su vida que intentaba ayudarla. Estaba desamparada hasta que decidió ayudarse a sí misma, cuando de repente sintió que algo cambiaba en su interior. Sintió una especie de esperanza y descubrió que aún tenía fuerzas para luchar por sí misma.
Lo consiguió. Le demostró a él, a todos los que la rodeaban y, lo que es más importante, a sí misma, que no hay dolor que pueda dejarla abatida para siempre. Sintió que había despertado. Por primera vez, miró atrás y lo vio todo tan horrible como era. Vio todas las formas en que él la había manipulado y la había hecho sentir inútil. Lo vio como el bastardo que realmente era.
La dejó en la ruina mucho antes de salir realmente de su vida. La vació emocionalmente. Arruinó su autoestima. Y todos esos juegos mentales le hizo cuestionarse su cordura. Se sintió aliviada de que todo hubiera terminado. Dio gracias a Dios por alejarlo de ella. Era lo mejor que le había pasado.
Ahora es la mujer que siempre debió ser. Sigue siendo un poco frágil, pero más fuerte de lo que nunca fue. Tomó las riendas de su vida. Ha encontrado el camino de vuelta. Ríe, trabaja, persiste, sueña, vive y se ama a sí misma y a su vida más que nunca.