Querido amor, querida felicidad, querido dolor, querido pasado...
No sé muy bien cómo empezar esta carta porque no me cabe todo lo que fuiste para mí en una sola palabra. Fuiste mi mayor amor y la lección más dura.
Me hiciste la más feliz de mi vida y me hiciste la más desgraciada. Es curioso que una persona te haga vivir los mejores momentos de tu vida y los peores.
Cuando pienso en ti al recordarte, pienso en todos esos pequeños momentos sencillos pero increíbles que no se pueden describir con palabras. Los momentos de verdadera felicidad.
Como las noches que hacíamos fiestas de pijamas solo para nosotros dos. Nos acurrucábamos en la cama y veíamos una película. Nada importante, pero esas noches eran las que más me gustaban.
Sentí que ese era mi lugar, justo ahí contigo, en el calor de tu abrazo.
Tengo que admitir que pienso en aquellas noches y momentos que compartimos cada vez que me pongo a pensar en ti. Echo de menos esa sensación de calidez, pertenencia y seguridad que una vez tuve contigo. Pero esa sensación hace tiempo que desapareció. Se desvaneció mientras aún estaba contigo.
Con el tiempo, pienso cada vez menos en ti. Pero incluso en esas noches en las que pienso en todos esos momentos reconfortantes, no puedo evitar pensar en aquellos que hicieron que se me helara la sangre en las venas de miedo.
Ya sabes, esos momentos en los que te desmayabas y empezabas a gritarme sin motivo. Cuando me llamabas de todo.
Cuando decías que no soy bueno para ti y que es culpa mía que actúes como actúas. Yo te provoqué. Desperté al monstruo que llevas dentro.
Al final te calmarías. Decías que me querías, que no querías decir esas cosas desagradables que decías. Pero "Te quiero" y "Lo siento" no significaban mucho para el monstruo que vi en ti.
Todo cambió después de la primera vez que actuaste así. Y hubo más y más momentos así. Cambiaste por completo. Te convertiste en alguien a quien ya no reconocía.
Te enfadabas a menudo y, cuando yo me enfadaba contigo, me echabas toda la culpa a mí. Incluso justificabas tus acciones. A pesar de que eran injustificables.
No volvías a casa por la noche. Decías que estabas con amigos. Nunca quisiste hacer nada conmigo ni ir a ningún sitio conmigo. No podía dejarte ir tan fácilmente. No podía renunciar a ti.
Seguía pensando que ibas a ser el hombre que una vez conocí. La criatura cariñosa y amable, que pensaba todo de mí. El que era comprensivo. El que me apoyaba.
El que me apreciaba por todo lo que era y por todo lo que le daba. El que disfrutaba de esos pequeños momentos conmigo.
Ese hombre que una vez conocí desapareció. Con el tiempo, mi fuerza para luchar por ti también desapareció. Nunca volví a sentir ese calor. Nunca más me sentí segura contigo.
Nunca volví a sentirme amada. Sentía que estaba sola incluso cuando tú estabas allí.
Sabía que había llegado el momento de luchar, de no quedarme, de no cambiarte ni esperar que cambiaras tú. Había estado haciendo eso todo el tiempo.
TLlegó el momento en que tuve que empezar a luchar por dejarme ir con la misma fuerza con la que luchaba por quedarme, quizá incluso más.
Quiero que sepas que fue lo más difícil que tuve que hacer. Te quise aunque cambiaste. Te quise incluso cuando me fui porque no podía dejar de quererte. Pero tuve que hacerlo.
No me dejaste otra opción. Tu comportamiento empeoró. Tenías días en los que volvías a ser el de antes, pero esos días eran sólo la calma que precedía a las furiosas tormentas.
Ya no era vida, era sobrevivir. Yo quería más. Merecía más. Ya no era amor. Se supone que el amor verdadero no debe sentirse como una tortura. El amor no debe hacerte sentir calor en un momento y terror al siguiente.
Esta es mi última carta para ti Querido Pasado porque eso es todo lo que eres para mí ahora. Sólo un recuerdo lejano de un amor que pudo ser pero nunca fue. Nunca fue porque nunca supiste lo que es el amor.
Me enseñaste cómo no deben ser las cosas. Me enseñaste lo que no es el amor. Estoy agradecido por ello.
Aún pienso en ti a veces, quizá siempre lo haga, pero es normal: fuiste mi mayor amor, mi adiós más duro y la mayor lección que he aprendido.