Eres muy consciente de que el perdón es una parte crucial de dejar ir y seguir adelante.
Con el tiempo, has aprendido que es el único camino hacia la verdadera liberación y para liberarte por completo.
Y sigues perdonando a los que te han hecho daño. Sigues aceptando las disculpas que nunca recibiste porque eres una persona amable y cariñosa que no puede permanecer resentida mucho tiempo.
Pero, ¿y tú? ¿Por qué no te tratas a ti mismo de la misma manera? ¿Por qué te guardas rencor?
¿Por qué no encuentras la fuerza para perdonarte a ti mismo?
Porque eso es exactamente lo que debes hacer.
Es hora de perdónate por cada vez que permitiste que alguien te rompiera el corazón. Porque nunca fue culpa tuya.
Siempre has amado de la mejor manera posible y los que se aprovecharon de tu amor son los únicos que deberían avergonzarse de sus actos.
Por cada vez que te conformaste con menos de lo que merecías. Porque ahora ya sabes lo que no quieres de la vida.
Ahora sabes que estás hecho para cosas más grandes y para gente más valiosa.
Perdónate por dejar entrar a las personas equivocadas y por no cortarles el paso a tiempo.
Por darles infinitas segundas oportunidades y por justificar a los que te han hecho daño.
Por no haber sabido hacerlo mejor y por no haber aprendido de tus errores pasados.
Perdónate por todas las veces que mendigaste el amor y la atención de alguien.
Por cada vez que permitiste que algún gilipollas te hiciera preguntarte por qué no eres suficiente y por compararte con todas esas otras chicas de tu vida.
Por cada vez que perseguiste a algunas personas.
Por todas las noches en vela que pasaste intentando descifrar las señales de algún chico y tratando de entender qué quería de ti.
Por no saber que un hombre de verdad nunca hará que le persigas.
Perdónate por todas las veces que esperaste que alguien cambiara y se convirtiera en una persona mejor.
Por no saber que a veces el amor no es suficiente para hacer que alguien cambie hasta que decidan hacerlo ellos mismos.
Por todas las veces que intentaste salvar a la gente que no quería ser salvada.
Por intentar arreglar a todos esos hombres rotos y por no saber que a veces no están emocionalmente indisponibles, simplemente son gilipollas.
Perdónate por dar más de lo que recibes a cambio. Por poner todo tu empeño en relaciones condenadas al fracaso.
Por ser el único que lo intenta, sin recibir ningún aprecio, aunque sólo sea por eso. Por estar dispuesto a mover montañas por la gente que nunca movió un dedo por ti.
Por cada vez que quisiste a alguien más de lo que te quisiste a ti mismo y por cada vez que no te diste prioridad a ti mismo.
Por anteponer las necesidades de los demás a las tuyas y por no ser egoísta cuando deberías haberlo sido.
Deja de culparte por todas las veces que no te apreciaste y por todas las veces que permitiste que los demás te trataran como quisieron.
Por todas las veces que no viste que importas y por todas las veces que no viste tu verdadero valor.
En cambio, siéntete orgulloso de haber llevado siempre el corazón en la manga. Siéntete orgulloso de haber sido siempre el bueno y de no haber hecho nunca daño a nadie.
Pero sobre todo, Siéntete orgulloso de ti mismo por dar siempre lo mejor de ti. Por intentarlo siempre y por arriesgarte siempre, incluso cuando quizá no deberías haberlo hecho.
Siéntete orgulloso de ti mismo por haber sido siempre honesto y sincero. Por no haber sido nunca asustado de amar o miedo a exponerse, sin esperar nada a cambio.
Siéntete orgulloso de tu fuerza y tu poder. Siéntete orgulloso de haber sobrevivido a todos los desengaños y de haber conseguido levantarte siempre que han intentado derribarte.
Así que, por favor, en lugar de culparte, tómate todo lo que te ha ocurrido como una valiosa lección y una experiencia digna.
Mira cada una de tus cicatrices como un recordatorio de las cosas por las que pasaste y como un recordatorio de que siempre has conseguido levantarte y recoger los pedazos de tu corazón roto.
Porque créeme, no muchos pueden hacerlo.