Desde que nos conocimos, nuestra relación fue una auténtica montaña rusa emocional. Cuando se trataba de ti y de mí, nada era sencillo. Siempre teníamos que hacer las cosas más difíciles y más complicadas de lo que realmente tenían que ser.
Desde el primer día, en el fondo, sabíamos que no éramos tan compatibles como queríamos. Éramos muy conscientes de que nuestra relación no tenía un futuro prometedor y de que éramos simplemente no debe ser.
Pero a pesar de ello, el amor que sentíamos el uno por el otro nos hizo seguir adelante y luchar el uno por el otro.
Al menos, eso era lo que yo pensaba desde el principio.
Pero ahora veo que en realidad las cosas eran muy distintas.
Ahora veo que fui la única que luchó todo el tiempo y que fui la única que lo intentó. Que fui la única que se esforzó por salvar nuestra relación y que fui la única que pensó que nuestro amor merecía todas las batallas y todos los males por los que pasamos.
No me malinterpretes.-No pretendo convencerte de que fui impecable o perfecta.
No, soy muy consciente de que muchas de las cosas malas que pasaron entre nosotros también fueron culpa mía. Sé que hubo momentos en los que debería haber creído más en nosotros y momentos en los que me equivoqué.
Hay muchas cosas de las que me culpo, pero sólo hay una cosa de la que me culpo cuando se trata de ti.
Me culpo por permitir que te convirtieras en mi debilidad. Por permitir que mi amor por ti se apodere de todo mi cuerpo y mi mente.
Me culpo por no seguir a mi razón, cuando me decía que era hora de dejarte y seguir adelante con mi vida.
Pero eso ha llegado a su fin.
Tú, más que nadie, sabes cuántas veces he intentado alejarse de ti. Sabes cuántas veces te he amenazado con dejarte y no mirar atrás.
No es algo de lo que me enorgullezca, pero tengo que admitir que hubo momentos en los que lo hacía sólo para hacerte ver lo que perdías y asustarte.
Pero también hubo momentos en los que realmente quería irme, momentos en los que mi mente quería irse. Momentos en los que sabía que irme era la única opción que tenía y lo que tenía que hacer.
Pero aún así nunca pude hacerlo. Al menos, nunca lo había hecho de verdad.
Cada vez que te dejaba, me convencías para que volviera. Hacías algo que me hacía arrepentirme de haberme alejado de ti y, de algún modo, siempre estaba dispuesta a dar una nueva oportunidad a nuestra relación.
Estaba convencida de que me querías desde el principio y que ésa era la razón por la que no me dejabas marchar.
Pero entonces vi que en realidad me estabas manipulando todo el tiempo. Vi que yo te convenía y que sólo disfrutabas de tener a alguien que te quisiera tanto y de tener a alguien que te subiera el ego.
Y con el tiempo, me volví completamente débil. Podías manipularme como querías y te aseguraste de que nunca te dejaría. Incluso yo pensé que nunca tendría el valor de hacer algo así.
Por eso sé que no te tomarás en serio lo que voy a contarte. Sé que no me creerás, pero créeme...-Nunca me he tomado nada más en serio en mi vida.
Esta vez te dejo de verdad, sin intención de mirar atrás.
No lo hago para hacer que me persigas. No lo hago para llamar tu atención ni para que me ruegues que me quede. No lo hago para poner a prueba tu amor por mí o para ver si me dejas ir.
No lo hago por ira temporal. Porque por primera vez, no estoy enfadada contigo. Sí, estoy decepcionado y dolido, pero esto es cualquier cosa menos una decisión impulsiva.
No lo hago para demostrar nada. No lo hago para que veas que soy la chica para ti o para que veas que nunca nadie te querrá como yo. No lo hago para demostrarnos a los dos que no puedes vivir sin mí.
Porque ahora ya nada de esto importa.
Te abandono simplemente porque no puedo más. Te dejo porque ya no soy feliz a tu lado. Y quiero ser feliz más que nada.