Realmente pensé que una vez que terminara no habría vuelta atrás. Se acabó. Fin de la relación, fin de la existencia de alguien en mi vida. Pero el destino tenía otros planes.
Siempre ponía los ojos en blanco cada vez que alguien decía algo parecido a: "Si está destinado a ser, volveréis a estar juntos". Pensaba que era un mito.
Pensaba que era algo que la gente decía para consolarte. Hasta que me pasó a mí.
No sé por qué tenía que suceder así. El camino más difícil. ¿Era realmente necesario pasar por todo ese lío y ese horrible desengaño para que mi corazón volviera a estar lleno y a latir?
Parece que tenía que ser así. Aunque sigo sin entender muy bien por qué.
Siempre supe que era algo más. Alguien diferente. Alguien mío. No puedo describir esa sensación. Es algo que siempre anhelé pero que nunca supe que existía.
Por desgracia, nunca estuve tan segura de mis sentimientos como el día en que se fue. El dolor que sentí después de aquello no se parecía a nada que hubiera sentido antes.
Sentía que me iba a ahogar de tantas lágrimas. Pensaba que no pararían nunca. Es muy duro sentir tanto amor en un momento y que te lo arrebaten al siguiente.
Pensé que nunca me recuperaría. Nunca había sido tan negativa en mi vida, pero el amor perdido tiene esa forma de cambiarte como ninguna otra cosa en la vida.
A pesar de todo, nunca le odié. Nunca pude. Le culpaba por ser egoísta, por ser asustado de sus sentimientos, por ser inmaduro, por no apreciarme, por.... tantas cosas.
Pero seguía rezando por él todas las noches. Era una costumbre que me había creado y de la que no podía desprenderme. Quería que estuviera sano y salvo, quería que fuera feliz aunque no fuera mío.
Creo que una parte de él se quedó conmigo. Incluso años después de que rompiéramos, incluso cuando creía que lo había superado y había seguido con mi vida, siempre lo tenía presente.
Realmente creía que no estaba en mi corazón, al menos ya no. Pensaba que eran sólo los recuerdos de lo que una vez fue y de lo que podría haber sido lo que le mantenían presente en mis pensamientos.
Hasta que su nombre iluminó mi teléfono.
Me temblaban las manos. Me flaqueaban las rodillas y me sentía a punto de desmayarme. No sabía si debía responder o no. Dudé un rato. Pero cedí.
Sólo el sonido de su voz me devolvió todos los sentimientos que creía muertos y enterrados.
Me suplicó que le hablara. Yo no podía emitir ni un solo sonido. Estaba paralizada. Cuando recobré el sentido, me pidió que nos viéramos y no pude negarme. Quería verle, era más fuerte que yo.
Después de un tiempo, le di una segunda oportunidad. Le di a nuestro amor una segunda oportunidad. Le perdoné. Aunque era arriesgado. Aunque todo el mundo a mi alrededor me decía que no lo hiciera. Confié en mi instinto y me dejé llevar.
Porque a pesar de todo lo que había pasado, el amor no se había desvanecido, seguía ahí, seguía muy vivo. Lo que era diferente esta vez era que su amor había madurado.
Sabía lo que quería. Sabía que tendría que trabajar mucho y duro para volver a ganarse mi confianza. Sabía que yo quería un compromiso total y estaba preparado para ello.
Ya no estaba tan asustado. Estaba seguro de mí, de nosotros, y de alguna manera pude verlo.
Él estaba allí esta vez. Estaba allí para corregir todos los errores. Estaba allí para besar mis cicatrices. Estaba allí para quedarse.
Nos estamos conociendo de nuevo. Él no es el único que ha cambiado. Todo por lo que he pasado me ha convertido en una persona con normas, en alguien que exige respeto.
Como ves, no hay reglas claras cuando se trata de amor, pero una cosa es cierta cuando el amor es real, cuando dos personas están destinadas a estar juntas; encuentran el camino de vuelta.
Y aunque nuestra historia no fue fácil, lo volvería a hacer todo de nuevo. Merece la pena por todo lo que tenemos ahora.