No te voy a mentir: la vida de nadie es todo rosas y mariposas. Sí, hay algunas personas que pretenden que lo tienen todo resuelto y que su día a día es perfecto, pero eso no es más que un engaño.
De hecho, lo cierto es que todos tenemos malos momentos, días, semanas, meses o incluso años. Todos pasamos por algunas cosas que preferiríamos no experimentar, si tuviéramos la opción.
La verdad es que todos tenemos nuestra parte de tristeza. Tenemos nuestras batallas que nadie más conocenuestros fracasos los ocultamos al resto del mundo (incluidos nosotros mismos), y nuestras derrotas nos encantaría olvidarlas.
Lo peor es que, a veces, la vida no es justa, nos guste aceptarlo o no.
A veces, lo haces todo según las normas, tienes mucho cuidado con los sentimientos de los demás y te aseguras de no herir a nadie, pero simplemente no recibes el mismo trato a cambio.
Por mucho que intentes ser el bueno, hay momentos en los que pasas por cosas que no mereces.
Experimentas un duro desengaño causado por un hombre al que diste todo tu amor. Te despiden de un trabajo por el que hiciste tantos sacrificios.
Que mejor amiga a la que trataste como la hermana que nunca tuviste te apuñala por la espalda cuando menos te lo esperas.
Parece que no llegas a fin de mes cuando se trata de dinero, a pesar de que has estado trabajando duro desde que tienes uso de razón, mientras que parece que el dinero de los demás cae del cielo sin que ellos hayan hecho nada para ganarlo.
Cuando miras las cosas desde este punto de vista, no puedes evitar verte a ti mismo como maldito.
Es como si fueras una especie de imán para todas las desgracias que existen en este mundo, aunque no te las merezcas.
No le ves sentido a la vida. ¿Dónde está la justicia y por qué tienen que seguir ocurriéndole cosas malas a la gente buena?
Bueno, déjame revelarte un pequeño secreto: Todo lo que estás viviendo ahora te servirá en algún momento de lección.
No tienes por qué verlo en el momento, pero con el tiempo, cuando pase el tiempo, te darás cuenta de que cada una de tus experiencias, incluidas las malas, te enseñaron algo.
Aprenderás que todo el dolor, la tristeza y los desengaños ocurrieron por una razón. Que todos ellos te convirtieron en la persona que eres hoy.
Y lo que es más importante, un día te darás cuenta de que lo que al principio pensabas que eran tus peores maldiciones, en realidad resultan ser tus lecciones más duras y a la vez más valiosas.
Al fin y al cabo, estas lecciones te empujan hacia tus mayores bendiciones.
Te enseñan a agradecer todo lo que la fe te envía. A estar agradecido por todas las personas que se cruzan en tu camino, incluso cuando su intención es hacerte daño.
Estas lecciones te convierten en una versión mejorada y actualizada de ti misma. Te convierten en la mujer que siempre has estado destinada a ser.
Todas tus malas experiencias te hacen más sabio e inteligente. Además te hacen más fuerte de lo que nunca imaginaste ser.
Y esa es la mayor bendición de todas: Volverse más poderoso y tener la fuerza y la capacidad de conseguir lo que quieras de la vida.
Todo por lo que has pasado te ayudará a abrir los ojos. Tus maldiciones te enseñarán que puedes vivir sin todas esas personas sin las que pensabas que nunca podrías sobrevivir.
Te ayudará a quitarte las gafas de color de rosa y a ver la realidad. Te hará darte cuenta de que estás mucho mejor sin todas esas personas tóxicas en tu vida.
Estas maldiciones te darán la lección más valiosa que existe: A veces, cuando crees que has perdido a alguien o algo, en realidad has ganado mucho.
Después de todo, no puedes abrir tu corazón o tu camino a los que te merecen hasta que te deshagas de los que no te merecen.
Básicamente, no puedes tener felicidad hasta que pases por la tristeza y no puedes recibir tus bendiciones hasta que demuestres que tienes lo que se necesita para comprender verdaderamente tus maldiciones.