Cuando llega diciembre y el año va llegando poco a poco a su fin, todos pensamos en las cosas y las personas que ganamos y perdimos el año pasado.
Pones todos tus logros y fracasos en una balanza y no puedes evitar pensar en todos los caminos diferentes que deberías haber tomado, en todas las oportunidades que perdiste y en todas las cosas que podrías haber hecho de otra manera.
Piensas en todo lo que podrías y deberías haber tenido.
De todos los errores que no corregiste, de todas las oportunidades que deberías haber aprovechado y de todas las personas equivocadas que dejaste entrar en tu vida.
Cuando otro capítulo de tu vida llega a su fin, siempre hay algunas cosas que lamentas haber hecho o dejado de hacer, algunos rencores que te guardas a ti mismo y algunos días o incluso semanas que desearías poder borrar.
No importa cómo haya ido el año que pasa, siempre piensas que podrías haberlo hecho mejor.
Piensas que deberías haber sido más listo, más sabio y que tenías que haberlo sabido.
Y eso es bueno. Es señal de que tienes capacidad de autocrítica, de que quieres avanzar y de que ves que siempre se puede mejorar.
Sin embargo, estoy aquí para pedirte que seas indulgente contigo mismo por una vez.
En lugar de ser tan duro y crítico, date un respiro y al menos ten tanta comprensión por tus propios errores como la tendrías por los de cualquier otra persona.
No importa lo que haya pasado este año, te aseguro que ya has logrado bastante.
No estoy tratando de convencerte rebaje sus exigencias pero la verdad es que has pasado por muchas cosas y, aun así, has conseguido sobrevivir, ¿verdad?
No importa si has sufrido una ruptura devastadora, si has tenido problemas en el trabajo, si tu familia te lo ha estado haciendo pasar mal, si has atravesado una crisis financiera, si has tenido problemas de salud o si tus amigos te han traicionado; en cualquier caso, te las has arreglado para encontrar al menos una solución temporal a todos tus problemas.
Te las arreglaste para encontrar la manera de salir a la luz y no permitir que la oscuridad se apoderara de ti.
Y lo más importante: todo este drama no te cambió, no te hizo traicionar tus principios ni corrompió tu alma pura.
No te compares con los demás, olvídate de la gente que presume de lo mucho que ha conseguido y recuerda que todos libramos batallas diferentes de las que nadie sabe nada.
En lugar de eso, limítate a compararte con tu versión del año pasado, porque eres la única persona con la que puedes competir.
Muchas personas han hecho todo lo posible por derribarte, pero ninguna ha logrado destruirte.
De hecho, de alguna manera, siempre encontrabas la manera de resurgir de tus cenizas y volver más poderoso que nunca.
Aunque al principio no lo veas, has aprendido de todos tus errores y dificultades.
Aguantaste todas las balas que te dispararon y seguiste adelante, llevando con orgullo todos los tus cicatrices .
No importa lo que haya pasado este año, has salido de él vivo y sano. Y eso es motivo suficiente para estar orgulloso de ti mismo.
Siéntete orgulloso de tu capacidad para superar los obstáculos de la vida y ahuyentar con éxito todos tus problemas.
Siéntete orgulloso de tu capacidad para enfrentarte a tus demonios en lugar de doblar la rodilla ante ellos, de seguir luchando siempre y del hecho de no haberte rendido nunca.
Siéntete orgullosa de tu fuerza interior. De todo el peso que llevabas a la espalda y de la mujer en la que te has convertido.
Así que en lugar de culparse a sí mismo por no haber tenido un año mejor y pensar en todas las cosas que hiciste mal, cambia tu enfoque.
Concéntrate en cada uno de tus logros y en cada ocasión en que alcanzaste incluso el objetivo más pequeño.
Enhorabuena, ya que has sobrevivido otro año, lo que te convierte en un ganador en este juego llamado vida.
Así que ahora, en lugar de mirar atrás y lamentarte por el pasado, céntrate en el futuro, porque es hora de nuevas victorias.