En este mundo, todo lo que siempre quise fue amar y ser amada. Soy una chica testaruda y siempre supe que podía hacer algo cuando me lo proponía.
Todo lo que conseguí en la vida me lo gané con mi esfuerzo y mi dedicación. Nunca me sirvieron nada en bandeja de plata.
Creo que ésta es una de las principales razones por las que Luché tanto por ti. Porque la vida me demostró que no puedo conseguir nada de lo que quiero tan fácilmente y que tengo que caminar una milla más que los demás para conseguirlo, así que supuse que también tendría que hacer lo mismo en el amor.
Eras todo lo que buscaba o podía pedir y, una vez que entraste en mi vida, supe que no podía dejarte marchar.
Me dije que no iba a ser fácil, pero creía que al final merecería la pena. Pero lo que pensé que valdría la pena en realidad me costó demasiado.
Siempre fui un luchador. Nunca me conformé hasta conseguir lo que creía merecer.
Y sabía que aquí y allá tendría que recibir algunos golpes a lo largo del camino de mi vida, pero lo que me diste no fue sólo un puñetazo, fue un nocaut del que apenas me recuperé.
Me trataste miserablemente y yo lo permití. Destrozaste por completo mi confianza, la aplastaste con la faz de la tierra.
Ahora que miro atrás, no puedo creer que dejara que me pasara eso. Yo era de los que sabía lo que valía. Pero en algún punto del camino, obviamente lo olvidé.Lo que más me llama la atención es que nada de lo que hice fue lo suficientemente bueno para ti.
No dejabas de compararme con los demás y no dejabas de preguntarme por qué no podía ser como ellos. Mis esfuerzos eran inútiles, mis batallas carecían de sentido para ti.
Pero eres un gran actor, ¿sabes? Me convenciste de que no había nada en mí para ser amado, que sólo tenía lados malos y que era una persona extremadamente difícil de amar.
Me hiciste sentir que no era adorable y que debería haber sido bendecida por tener a alguien como tú que me amara.
Tardé en darme cuenta de que no era yo quien no era querible...eras tú. Y como eras como eras, necesitabas menospreciarme constantemente para que me quedara a tu lado.
Necesitabas que te viera como una criatura dada por Dios y como una bendición tenerte a mi lado. Pero no eras una bendición, eras una maldición.
Porque te sentías mal contigo mismo, me hiciste sentir mal a mí también. Porque dejaste que alguien te convenciera de lo difícil que era quererte, también me hiciste sentir que yo no era querible.
Permitiste que alguien destrozara tu confianza y autoestima y luego hiciste lo mismo conmigo.
Proyectaste tus inseguridades en mí porque te habían convencido de todo lo que habías intentado convencerme.
No deberías haber hecho eso. No deberías haberlo convertido en una reacción en cadena. Sin importar lo mal que te sintieras, en vez de detener la cadena, la continuaste.
Sabías cuánto dolía y, sin embargo, también eras capaz de hacérselo a otra persona. Eras capaz de hacerme esas mismas cosas a mí, a la persona que habría hecho cualquier cosa por ti.
Bueno, por desgracia para ti, entré en razón. Me di cuenta de que no era yo y que no tenía nada que ver conmigo.
Tardé un poco, pero ya sabes lo que dicen, más vale tarde que nunca.
Me di cuenta de que no tenía que ser tu saco de boxeo. Y que no debía dejar que me trataras mal sólo porque te sentías mal contigo mismo. No iba a dejar que me destrozaras sólo porque te quería.
No iba a dejar que me convirtieras en un felpudo que cualquiera pudiera pisotear, sólo para que tú pudieras mantener la cabeza en la superficie.
Ninguna mujer debería sentirse como tú me hiciste sentir. Ninguna mujer debería sentir que no es digna de ser amada, que es difícil amarla o que solo tiene una oportunidad en la vida para amar y que no importa lo mal que la trate su amor, se supone que debe soportarlo.
Porque si me tratas mal, no es amor, es veneno y no tengo por qué conformarme.
Soy una luchadora, pero aprendí que a veces hay que dejar de luchar y alejarse si aquello por lo que luchas no merece la pena.
Hice todo lo posible para que las cosas funcionaran y, al final, no funcionó.
Al final, en lugar de sentir que me había alejado de una relación, sentí como si acabara de arrastrarme bajo un edificio demolido por un terremoto. Pero al menos conseguí ser el que se escapó.
Decidí ser yo quien detuviera la cadena. Decidí que no iba a hacer lo mismo que tú me hiciste a mí ni nada de lo que te hicieron a ti.
Decidí ser lo bastante fuerte cuando tú no podías, decidí ser el hombre cuando tú no podías y decidí no hacer daño a los demás sólo porque me habían hecho daño a mí.
Sé que soy lo bastante bueno. Quizá me veías como la antipática, pero sé que no debo creer que soy como tú me veías.
La forma en que me pintaste es el retrato exacto de cómo te ves a ti mismo. No quiero hacerme esas cosas.
No quiero luchar más por ti. No quiero luchar por alguien que me hizo sentir como tú, como si yo fuera el no querible.
No eres alguien a quien deba entregar mi corazón. Eres alguien que me habría destruido si hubiera seguido luchando por ti, así que me detuve.
Decirme a mí misma que merecía más no era egoísta. Era lo mejor que podía hacer. Era lo que necesitaba para mantenerme en la superficie.
Tengo la conciencia tranquila. Lo que me hiciste no tiene por qué definirme. Pero sin duda me servirá como lección de vida de que a veces tengo que luchar por mí misma tanto como lo hago por los demás.