Tengo que admitir algo: la mayor parte de mi vida he sido infeliz. No es que haya vivido tragedias que la mayoría de la gente consideraría importantes, es que no era feliz.
La mayor parte de mi miseria provenía de la única cosa que debería haber hecho la vida más bella: provenía del amor.
Tal vez sea culpa mía, pero desde que tengo uso de razón, he elegido mal cuando se trata de hombres.
No he sido perfecta en mis relaciones pero no me merecía el engaño, el abuso, abandono emocionalo cualquiera de los otros maltratos por los que he pasado.
Sobre todo, no me merecía todas las consecuencias que me dejó. No merecía ir por la vida como un zombi, constantemente al acecho de quién será el próximo en hacerme daño.
El problema es que casi nadie sabe esto de mí.
De hecho, la mayoría de las personas de mi vida te dirán que soy una mujer fuerte a la que no le molesta una simple ruptura.
No ven las profundas cicatrices de mi alma, no ven los traumas arraigados, las inseguridades, la depresión y la ansiedad.
No ven el dolor oculto tras mi sonrisa, ni se dan cuenta del gran agujero donde debería estar mi corazón.
Sin embargo, usted sabía. De alguna manera, hiciste que me abriera a ti.
Por primera vez en mucho tiempo, cuando te conocí, pensé que había encontrado a alguien en quien podía confiar.
Alguien a quien pudiera exponer mis vulnerabilidades y alguien a quien pudiera mostrar mi verdadero yo.
Hiciste que te hablara de los demonios que me persiguen. Hiciste que te revelara a la niña ingenua que logré ocultar al resto del mundo.
No, Nunca te pedí que sálvame. Nunca quise que te hicieras cargo de mi carga ni que libraras mis batallas.
Sin embargo, prometiste estar ahí para mí.
Prometiste que serías mi ángel de la guarda, el hombre que curaría mi corazón, arreglaría mi mente y ahuyentaría mis demonios.
Tú fuiste quien me salvó de mi pasado. La que consiguió que me enfrentara a mis miedos interiores y la que me demostró que era más fuerte de lo que creía.
Durante un tiempo, te vi como la luz al final del túnel. Te vi como un regalo enviado del cielo, como la compensación por todo lo que he pasado.
Creí cada una de tus palabras. Pensé que eras el lado bueno de mi nube.
¿Recuerdas cómo me convencías de que nunca te irías de mi lado? ¿Que me llevarías de la mano en todas las tormentas?
¿Recuerdas que me prometiste que estarías a mi lado tanto en los días buenos como en los malos? ¿Que me ayudarías a recuperarme y que nunca harías nada para hacerme daño?
Sin embargo, ¿qué hiciste? Me abandonaste cuando más te necesitaba y me dejaste sola en el viento.
Así que.., Supongo que tu intención no era salvarme de mis demonios, sino convertirte en uno de ellos.
No curaste mis heridas, sólo las hiciste más profundas. No curaste mi corazón destrozado, sólo lo rompiste en más pedazos.
No me arreglaste...me rompiste aún más.
Sin embargo, te perdono por eso. Te perdono por la forma en que te fuiste y por abandonarme. Después de todo, eso es exactamente a lo que estoy acostumbrado.
Sin embargo, hay una cosa que no puedo perdonarte. No puedo perdonarte por todas las pretensiones, mentiras y engaños.
Nunca podré olvidar cómo me engañaste haciéndome creer que eras alguien que no eres. Cómo me hiciste creer que eras diferente, sólo para demostrarme que en realidad eres peor que todos los de mi pasado.
Nunca te perdonaré que me elevaras a las estrellas sólo para poder derribarme hasta el fondo.
Nunca te perdonaré que me dieras esperanza sólo para que luego pudieras matarla.
Al menos todas esas otras personas que me hicieron daño nunca me dieron falsas esperanzas. Nunca pretendieron ser mis salvadores para acabar siendo mis destructores.
Eso es exactamente lo que hiciste.pretendías ser mi bendición, cuando en realidad eras mi maldición.
