Cuando alguien te rompe el corazón, es natural que lo desprecies.
¿Qué otra cosa podrías sentir hacia los que te hicieron daño e intentaron destruirte?
Esto se aplica especialmente a las personas más cercanas.
Al fin y al cabo, son los que más cerca pueden acercarse a ti y los que más te afectan con sus movimientos.
Cuando alguien en quien creías que podías confiar tu vida te apuñala por la espalda, no puedes evitar sentirte traicionado.
Es la persona por la que te sacrificaste y diste lo mejor de ti, así que es una reacción completamente normal por tu parte.
Me da igual si hablamos de tu ex novio que te dejó, de tu mejor amigo que te utilizó o sobre un familiar que debería haber estado pero nunca estuvo.
La conclusión es que esa persona te hizo daño.
Te hicieron mucho daño y dejaron secuelas imborrables en tu salud mental y emocional.
En realidad, eso es lo que más te provoca: esas cicatrices que dejaron tras de sí, después de alejarse, sin pensar en las consecuencias de sus actos.
La dolorosa verdad es que quien te hizo daño también te cambió en cierto modo.
Luchaste contra ello e intentaste detenerlo, pero algunas cosas simplemente estaban fuera de tu control.
Con cada desengaño, la niña inocente que solías ser se desvanecía más y más.
Sdesaparecía con cada lágrima que llorabas.
Un día, fue sustituida por la nueva tú.
Se había ido para siempre y llegó esta mujer demasiado cuidadosa que decidió que la única forma de proteger su corazón era actuar como si no lo tuviera.
Entonces, ¿quién puede juzgarte por odiar a los que te hicieron esto? ¿Quién puede culparte por no ser capaz de perdonar ¿A ellos? Sé que no puedo.
Sin embargo, aunque tienes pleno derecho a sentirte así, déjame decirte una cosa: también deberías estar agradecido a cada uno de tus asesinos espirituales.
Lo has oído bien: no tienes que amarlos ni perdonarlos, pero si eres lo bastante listo, les estarás agradecido por todo lo que hicieron.
Sí, puede que hayas cambiado. Quizá te hayas convertido en una persona pesimista.
Tal vez perdió la fe en el amor y amabilidad. Quizá ya no veas lo bueno en la gente.
Al diablo, incluso puedes pensar que has perdido la chispa. Sin embargo, todo eso es temporal.
Sin embargo, las lecciones que has recibido son para quedarse.
Cada una de ellas fue dolorosa y dura, pero créeme, todas merecen la pena.
Cada persona que te ha hecho daño era en realidad tu maestro.
Estaban allí para ayudarte a aprender cosas nuevas sobre la vida y, lo que es más importante, sobre ti mismo.
Todas esas personas malvadas tenían un propósito más profundo en tu vida.
Estaban ahí para ayudarte a diferenciar entre los que merecen un lugar en tu vida y los que no.
Estaban ahí para ayudarte a reconocer el mal y para que te dieras cuenta de que no todo el mundo tiene buenas intenciones contigo.
Lo más importante...dales las gracias por haberte convertido en la mujer que eres hoy.
Seamos realistas: si no fuera por ellos, no habrías tenido la experiencia que tienes ahora.
Si no fuera por ellos, no habrías tenido la fuerza ni el poder interior que posees ahora. No habrías sabido cuánto puedes aguantar.
Nunca te habrías dado cuenta de lo superviviente que eres.
No habrías sabido que puedes vencer lo que la vida te depare.
Si nunca te hubieran hecho daño, seguirías pensando que necesitas a todas esas personas tóxicas.
Estarías convencido de que no puedes salir adelante sin ellos y de que no eres lo bastante capaz para ir por la vida tú solo.
Y lo más importante: debes dar las gracias a quienes te hicieron daño porque te enseñaron la importancia de priorizarte a ti mismo.
Te demostraron que ninguna relación puede ser más importante que la que tienes contigo mismo.
Así que.., la próxima vez que pienses en toda esta gente, no les guardes rencor.
En cambio, sepa que, sin proponérselo, en realidad le han hecho un favor. Sé agradecido, porque te han ayudado a florecer.