Fui la mejor maldita cosa que te ha pasado y ni siquiera pudiste lucha por mí cuando más te necesitaba. En vez de eso, me abandonaste y me dejaste a mi suerte.
Eras todo lo que siempre quise. Eras todo lo que realmente necesitaba. Y nunca intenté convertirte en algo diferente.
Acepté cada uno de tus defectos, cada una de tus rarezas y cada uno de tus molestos hábitos, y te quise exactamente por lo que eras.
¿Y qué obtuve a cambio? Que mostraras tus verdaderos colores cuando la mierda golpeó el ventilador.
Demostrándome que desperdicié todos mis esfuerzos y toda mi bondad en un tipo que no podía luchar por retenerme cuando era lo único que necesitaba que hicieras.
Te empujé a ser tu mejor yo cuando te sentías inútil.
Te animé a perseguir lo que te apasionaba y nunca te mostré más que apoyo y amor inquebrantables.
Cuando tenías tus días oscuros, yo estaba a tu lado. Enjugué tus lágrimas y fui tu hombro para llorar.
Siempre estaba ahí y sabías que podías contar conmigo día y noche.
Tú eras mi prioridad y yo estaría ahí cuando me necesitaras. Pero cuando se trataba de mí, no podías hacer lo mismo, ¿verdad?
Me hacías sentir inútil y exigente. Cuando pasábamos por una mala racha, yo intentaba desesperadamente salvarnos y tú no te molestabas en mover un dedo.
Sentí que realmente no te importaba unirte a mí para salvar nuestra relación y eso me golpeó como un millón de cuchillos en el estómago... ¿Tan poco significaba para ti lo que teníamos?
¿Imaginaba todas esas noches pasadas imaginando nuestro futuro hasta altas horas de la madrugada?
¿Te imaginé prometiéndome la luna y las estrellas, aunque todo lo que realmente necesitaba era amor y compromiso?
¿Estuve solo en esta relación todo este tiempo? Seguro que lo has hecho sentir así.
¿Sabes de qué me di cuenta al final? Sólo me mantuviste cerca porque te hacía sentir mejor contigo mismo.
Fui yo quien creyó en ti cuando nadie más lo hacía y me necesitabas para reforzar tu ego.
Necesitabas sentirte validado y yo tontamente te lo proporcioné, creyendo estúpidamente que era amor lo que sentías. Pero no... yo sólo era conveniente.
Doy gracias a Dios por haberme dado cuenta de esto. Porque si no lo hubiera hecho, estaría luchando con esto mucho más... pero has hecho que esta ruptura sea mucho más fácil para mí.
En realidad nunca te tuve. Y una vez que lo acepté, superarlo fue pan comido.
Tenías tus dramas, tus problemas, tus ataques de ira y lo pagabas todo conmigo como si yo sólo estuviera ahí para ser tu caja de resonancia.
Y cuando tuve mis propios problemas y cuando estaba pasando por mi mierda, me llamaste pegajosa y sensible.
Si tenía un problema con tu ego inflado y tus problemas de ira, es que era demasiado emocional.
Nunca tuve derecho a sentir lo que realmente sentía. Me menospreciaste a mí, mis sentimientos y mis creencias. Y yo lo soporté, pensando que todo podría cambiar mágicamente...
Nunca lo hizo y gracias a Dios que no lo hizo porque ahora veo que no eres la persona con la que quiero pasar mi vida.
Estoy muy demasiado bueno para ti. Soy fuerte, paciente y tolerante. Sé escuchar y estoy ahí en cuestión de segundos cuando se me necesita.
No soy pegajosa: ¡me preocupo! No soy demasiado sensible: me implico emocionalmente cuando estoy enamorada. Y no soy difícil de manejar, ¡sólo eres demasiado difícil de complacer!
Y ahora, aunque me quisieras de vuelta, este barco ha zarpado y nunca volverá.
Me has perdido para siempre, porque ahora sé qué buscar y de quién alejarme.
Este es mi último adiós, ya que por fin estoy a gusto en mi propia piel y en paz con mi vida tal y como es.
Me empujaste lejos pero he aterrizado en mis pies. Y por fin me siento bien conmigo mismo.