Mientras estuvimos juntos, mi mayor miedo era que te alejaras de mí y nada aparte de esto podía ayudarme con ese miedo al abandono que sentía: Supera el miedo al abandono y disfruta de tus relaciones
Constantemente me dejabas y volvías a mí a tu antojo. Y yo siempre estaba allí, esperándote pacientemente. Nunca supe por qué lo hacías, pero con el tiempo lo acepté como parte de nuestra relación. Lo acepté como parte de lo que eras.
Tú eras así. Sabía que eras de espíritu libre y que no podías quedarte en un sitio demasiado tiempo. Incluso cuando amabas a alguien, nunca te permitías encariñarte demasiado con esa persona. Siempre tuviste miedo de abrirte completamente a mí. Siempre confiabas sólo en ti misma y actuabas como si no necesitaras a nadie en tu vida, incluida yo.
Pero de alguna manera, seguías volviendo a mí. Y aunque aceptaba que ese era el patrón de nuestra relación, siempre me aterrorizaba que alguna vez no volvieras. Me aterrorizaba que una de esas veces fuera la última.
Y tristemente, todos mis temores se hicieron realidad. Un día se alejó de mí sin ningún aviso ni explicación. Pero estaba segura de que sólo era una de tus fases y esperé pacientemente a que volvieras a mí, como siempre hacías. Y Pulsé el botón de pausa en mi vidacomo siempre hice.
Pero pasaban los meses y no ibas a volver.
Me costó aceptarlo, pero vi que habías continuó con tu vida, como si nunca hubiera formado parte de ella. Estabas decidido a marcharte para siempre y a no mirar atrás.
El periodo siguiente fue uno de los más duros de mi vida. Al principio, me negaba a aceptar que no ibas a volver. Pero cuando ya no pude mentirme más, la verdad me golpeó con fuerza. No podía aceptar que te hubieras alejado de mí como si yo nunca hubiera existido, como si nosotros nunca hubiéramos existido. Eras lo primero en lo que pensaba al despertarme y lo último antes de irme a dormir.
Pero después de algún tiempo, por fin me di cuenta de algunas cosas. Acepté que no tenías la menor intención de volver y, por primera vez, me pareció bien. Me costó mucho tiempo, lágrimas y paciencia, pero llegué a la conclusión de que no te necesitaba en mi vida. No necesitaba a alguien que me dejara constantemente y no quería ser yo la que siempre esperara a que volvieras.
Necesitaba un hombre de verdad en mi vida, alguien en quien pudiera confiar. Necesitaba un hombre que siempre estuviera a mi lado, pasara lo que pasara. Necesitaba a alguien que me apoyara en las buenas y en las malas, y no alguien que se marchara en cuanto las cosas se pusieran feas.
Necesitaba un hombre que fuera todo lo que tú no eras.
Y eso me hizo comprender que en realidad tenía suerte de que te hubieras alejado de mí.
Pero en cuanto viste que estaba a punto de seguir adelante con mi vida, empezaste a darme señales contradictorias y señales de que no me superabas. Tus amigos empezaron a decirme que te arrepentías de todo lo que me habías hecho y que no podías vivir sin mí. Dondequiera que yo fuera, tú estarías allí. Seguí recibiendo llamadas tuyas borracho en mitad de la noche, diciéndome que me echabas de menos.
Y no me dejaste indiferente. Aunque creía que había seguido adelante con mi vida, cada vez que te veía o escuchaba tu voz, me acordaba de todo. Me recordaba todo el amor que sentía por ti y todos los recuerdos felices que compartíamos.
Pero también me recordó todo el dolor que me causaste. Me recordó todas las noches que me quedé dormida con el teléfono en la mano, toda arreglada, esperando a que me llamaras. Me recordó todas las veces que te alejaste de mí sin ninguna explicación. Me recordó todas las humillaciones que me hiciste pasar, todas las lágrimas que lloré esperando a que volvieras.
Y una vez más, me temo. Pero esta vez, no tengo miedo de que me dejes. Esta vez, me petrifica que volverás.
Y Tengo aún más miedo de que te lleve de vuelta.
Tengo miedo de que una sola mirada tuya me haga querer perdonar todo lo que me hiciste. Tengo miedo de olvidar todo el dolor que me hiciste pasar, en el momento en que me sonrías. Tengo miedo de no poder mantenerme fuerte por mucho más tiempo y de caer en la tentación.
Y eso es lo último que quiero para mí.
Así que, por favor, aléjate de mí. Si no es por mi bien, entonces por el bien de todo el amor que te di. Es lo menos que merezco.